01-01-2006 - Huellas, n.1
Laicidad y laicismo

Caprara ¡Lo contrario de una intromisión indebida!

De secretario de Togliatti a católico convencido. Han caído las ideologías, pero adquieren hoy rostros distintos. «La Iglesia es libertad. Sin ella o fuera de ella no hay vida»

a cargo de Luca Pesenti

Massimo Caprara, durante veinte años secretario de Palmiro Togliatti, periodista co-fundador de Il Manifesto, se convirtió hace algunos años y relató a Roberto Fontolan sus pasos en la fe en un bellísimo diálogo publicado el año pasado (Riscoprirsi uomo, Ed. Marietti). Hijo de una época en la que el cristianismo estaba fuertemente amenazado, es testigo privilegiado de un tiempo, el nuestro, en el que se hace necesario explicar por qué todavía resulta tan necesaria la presencia de la Iglesia.

En el libro Por qué la Iglesia Giussani escribe: «La función de la Iglesia en la historia es la llamada maternal a reconocer la realidad de las cosas. (...) La Iglesia no tiene como misión directa proporcionar al hombre la solución de los problemas con los que éste se encuentra a lo largo de su camino. La función que la Iglesia declara tener en la historia es la educación de la humanidad en el sentido religioso». ¿Cómo interpretar esta indicación en nuestra época?
Me parece que la Iglesia mira con preocupada objetividad el curso de las cosas en Europa y en el mundo, levantando de forma legítima la voz de alarma o expresando simple inquietud cuando la doctrina y la fe lo sugieren y la presencia activa y operante de las tradiciones religiosas lo requieren. Personalmente considero que estas intervenciones forman parte de los cuidados solícitos de la Iglesia por la salud espiritual del país y por su equilibrio orgánico entre el aspecto mundano y la libertad. Se trata de un apoyo vigilante a la inteligencia creadora del hombre, de una solicitud por su humanidad. ¡Lo contrario de una intromisión indebida!

¿Cómo ha cambiado el papel de la Iglesia en el curso de los últimos decenios?
Creo que la Iglesia ha robustecido su función, interviniendo en defensa de experiencias inmutables en el tiempo, liberándose de la defensa decimonónica de los poderes temporales y asumiendo una función creadora de paz en el enfrentamiento entre Estados y Naciones. En particular, Wojtyla ha sido un gran combatiente en favor de la paz, y ha contribuido al derrocamiento de las ideologías a través de una continua llamada a la realidad, a la verdad y a la dignidad de cada hombre. Ha sido el mayor ejemplo de cómo se pueden vencer batallas sin guerras, reconociendo al hombre como centro de la vida.

¿Nos encontramos ahora a cubierto de las ideologías?
En absoluto está ganada la batalla. Las ideologías de hoy son los despojos de las ideologías fracasadas, pero son más totalitarias, porque son aparentemente liberales. Por eso la solicitud hacia la vida es la ayuda que ofrece el Papa contra el vacío de la ideología y de su predominio cultural, como indicaba el Concilio Vaticano II hace ya cuarenta años.

La experiencia totalitaria del siglo pasado buscó siempre quitar a la Iglesia la libertad de expresión, reduciéndola al silencio. Según su experiencia específica, ¿qué es lo que falta en una sociedad cuando se le niega a la Iglesia la posibilidad de existir y se la ataca?
Cuando una sociedad niega la liberta de expresión, todo el cuadro histórico social se resiente y se retrae, se producen víctimas inocentes y decaen valores e instituciones propios de la democracia y de la vida. La Iglesia es libertad, como escribía san Ambrosio. Sin ella o fuera de ella no hay vida, el hombre se halla impotente ante la desesperación, privado de esperanza. El homo viator encuentra en la Iglesia su plenitud y en la libertad la búsqueda de lo mejor. Cuando el Papa pide más libertad, la pide para todos, no sólo para los cristianos.