01-01-2006 - Huellas, n.1
Woody Allen Match Point Una furtiva lacrima… Match Point es una de las películas más logradas de Woody Allen. Una película intensa, problemática, dolorosa. Realizada enteramente en Londres, cuenta la historia de un joven profesor de tenis (Jonathan Rhys Meyers) que, llevado por el azar y la necesidad, tiene que tomar una decisión ante una disyuntiva que se le impone: perder todo lo que tiene ganado o buscar otra solución, dramática y definitiva Carmen Giussani El drama, que oprime al espectador antes que al protagonista, empieza desde la primera escena: un movimiento al ralentí de una pelota de tenis que acaba por caer de un lado del campo “decidiendo” la suerte vencedora o perdedora del jugador. Se plantea así desde el comienzo una opción, una interpretación posible de la realidad: no hay designio en ella, sólo azar ante el cual los hombres somos víctimas indefensas, sin sentido ni libertad. Lágrimas furtivasUna puesta en escena del nihilismo donde la riqueza y el ambiente social privilegiado hacen más angustiosa la percepción del sin sentido y resultan molestos por el contraste con la vida real de la mayoría de los hombres. El vacío, retratado elegantemente, y la frialdad con la que se puede tratar de suprimir la conciencia son algo terrible que provoca una istintiva rebelión. Aunque semejante nihilismo sea fácilmente reconocible hoy en la vida cotidiana, sin embargo la realidad es tan terca que, si se reniega de ella, se nos vuelve en contra con violencia dramática: ante el yugo del azar y la necesidad el protagonista se enfrenta a su inevitable libertad que, sola y ante el vacío, se hace monstruosa y elige el mal. Las lágrimas del protagonista, al final del filme, se claman contra la posibilidad de que no exista nada más que el hombre solo en el universo, que ni siquiera exista castigo para nuestros delitos. Se pone así de manifiesto la voz desgarradora de este núcleo vivo y objetivo que es el corazón humano. Una voz que afortunadamente no se puede callar. ¿Hay crimen sin castigo? Al presentar la película, Woody Allen comentó: «Me inspiré en Crimen y castigo de Dostoevski. No soy cínico, soy simplemente realista. Me interesaba la idea de que una persona cualquiera pueda llegar a cometer delitos horribles... Match Point habla de la pasión y la ambición». Las constantes referencias a la cultura occidental están presentes a lo largo de todo el filme: la tragedia griega, la tragedia de la opera italiana y la tragedia de la novela rusa hacen de la historia un auténtico drama, en la que la catarsis necesaria impide la identificación con los personajes. El final es de un dolor punzante. En entrevistas publicadas con ocasión de la presentación de Match Point en Cannes, el director, que tiene setenta años, admitió que trabaja para curar su depresión y que el argumento central del filme es el azar: «Es verdad que el protagonista queda sin castigo, pero se ha perdido a sí mismo, ha sacrificado su alma en nombre de la avidez; ha conquistado un status social envidiable y, sin embargo, se siente sofocado en su despacho, en la rica familia que lo ha adoptado, es padre en contra de su voluntad. Ha hallado su lugar, es cierto, pero es el lugar equivocado». Dimensión lírica y dramática La película tiene una banda sonora estremecedora y emocionante. El director abandona el jazz, música que ha sido un elemento fundamental en todas las películas que conforman su filmografía y elige la música lirica, que sigue paso a paso las acciones del protagonista confiriéndole intensidad dramática y, al mismo tiempo, elevando la narración a la altura de una tragedia griega. La música de Verdi –de la Traviata y del Rigoletto–, Donizetti –“Una Furtiva Lágrima” de L’elisir d’amore, cantada por Caruso– y Bizet –la versión italiana del aria de Los pescadores de perlas “Mi par d´udire ancor”– confiere a la película su dimensión introspectiva y lírica, patética. Trágico y cómico no tienen el mismo peso En un artículo de Rita Celi que La Repubblica subtitula como “El lado oscuro de Woody Allen”, el director afirma «soy ateo y pesimista; la vida es tan trágica que no nos queda más que reírnos de ella». Pero trágico y cómico, añade, no tienen el mismo peso: «Los momentos cómicos son banales respecto del sentido de tragedia que es el ser humano. Son pequeños oasis en un mar de tragedia que nos lleva inexorablemente hacia la vejez, el fin de la humanidad y el deshacerse del planeta y del universo. [...] Presumo de ser ateo. Jamás creí en Dios y pienso que jamás creeré. Entre ciencia y religión siempre opté por la ciencia; todos, como mínimo, tendrían que ser agnósticos. La física contemporánea nos está dando mensajes cada vez más tristes sobre el universo y creo que las explicaciones que nos darán en el futuro no serán agradables ni reconfortantes». ¿Se puede pedir más? Y añade: «Para mí el cine es una distracción. Si no hiciera cine no sabría qué hacer y cómo distraerme. Mi vida consiste en este trabajo. Así he luchado contra las ansias, los miedos y el terror. Mi caso es parecido al de ciertos pacientes que sufren enfermedades mentales. Si se los tiene ocupados en pintar con los dedos o tejiendo cestas de mimbre es mucho mejor para todos, están más relajados. Así es para mí. Estar ocupado durante un año, lejos del mundo real, es terapéutico. No se trata ni de un rito ni de dinero. Lo hago por mí. Si la gente viene a ver mis películas y le gustan, fenomenal, pero si no, disfruto en exclusiva de los beneficios que vienen del vivir en un mundo irreal poblado de trajes deslumbrantes, historias interesantes, mujeres bellísimas y hombres fascinantes. Cuando acabo una producción, descubro que no tengo la menor gana de afrontar los problemas reales. Así me sepulto en el trabajo durante otro año. ¿Qué más puedo pedir?» Suerte y azar PANTALLA 90, la revista de cine de la CEE, analiza Match Point Juan Pablo Serra |