01-03-2006 - Huellas, n.3

J.H.Newman

Hacia el corazón
de un método

La inmensa producción literaria de Newman nació a partir de controversias particulares o de problemas concretos. El autor se vio envuelto en los avatares históricos de su tiempo y vivió en primera persona el drama de la búsqueda de su propia identidad. Muchos contemporáneos se convirtieron al Catolicismo porque siguieron su método: una concepción de la cultura y del ser humano como una unidad

Luis Miguel Hernández Domínguez

La producción literaria de Newman es inmensa: además de sus 31 volúmenes de Cartas y Diarios y sus 10 volúmenes de Sermones, sus obras completas cuentan con otros 30 libros, la mayoría de ellos ensayos, pero también dos novelas, un libro de versos y una autobiografía. Lo más sorprendente es que casi todo lo que Newman escribió fue ocasional, es decir, nació a partir de controversias particulares o de problemas concretos.

Experiencia y universalidad
Es famoso el ejemplo de su autobiografía, Apologia pro Vita Sua, que comenzó a escribir para responder a una acusación divulgada en un periódico, primero respondiendo en el propio periódico, y a continuación publicando semanalmente siete capítulos en siete entregas, de modo que en dos meses completó unas 300 páginas.
A partir de estos datos, podemos subrayar que la intensa actividad intelectual de Newman no fue nunca una erudición cerrada en sí misma, sino que respondía a las provocaciones de su entorno, de sus correligionarios, de su contexto cultural y religioso.
El segundo aspecto de esta actividad intelectual que sorprende y que ya nos encamina hacia el corazón del método newmaniano es la universalidad de los temas afrontados. Aunque sus temas principales serán siempre religiosos, Newman examina cuestiones que van desde la literatura a las ciencias naturales, desde la matemática a la política del momento. Encontramos así, por poner sólo dos ejemplos, que una de sus famosas conferencias sobre La idea de una universidad lleva por título: “Cristianismo y Medicina”, o que sus tres volúmenes de Escritos políticos contienen capítulos sobre la guerra de Crimea (entre Francia e Inglaterra, en 1854) o sobre la condena de la esclavitud.1

Casi sinónimos
Newman, pues, escribió abundantemente, escribió casi siempre por motivos circunstanciales y escribió sobre los temas más variados. También para él cultura y religión eran casi sinónimos, puesto que desde su punto de vista, el Anglicanismo era la piedra de toque que daba unidad a todas las áreas del conocimiento. Toda su interpretación de la realidad partía de su fe y de lo que él llamaba la relación entre «los dos únicos seres (...) auto-evidentes: yo mismo y mi Creador»2.
Los riesgos que normalmente se corren al afrontar temas tan variopintos desde una óptica religiosa son la abstracción, el hermetismo o la superficialidad. Por eso sorprende, con respecto a sus escritos, que Newman y muchos autores del Movimiento de Oxford escribiesen también poesía. Inmediatamente después de la vivacidad del Romanticismo inglés, no fueron grandes innovadores, pero su mérito reside en la unión del aspecto poético-imaginativo con el aspecto doctrinal-racionalista de su propuesta cultural. Esta aportación es interesante, porque pone de manifiesto el interés por la globalidad, por todos los aspectos de la persona, como explica el propio Newman en una genial descripción (ver apartado en p. 50).3

Influencia en la cultura e itinerario personal
El hombre Newman, por tanto, principalmente no es aquel que escribe libros, sino aquel que se vio envuelto en los avatares históricos de su tiempo, y aquel que vivió en primera persona el drama de la búsqueda de su propia identidad. Sus cartas, diarios, sermones y tratados son como las pruebas que nos dejó de aquella actividad humana que llevó a cabo. Su implicación personal en las reformas culturales fue siempre a la par con la búsqueda personal de su lugar, en aquella sociedad que comenzaba a estar dominada por el Liberalismo.
Desde sus estudios universitarios en el Oriel College a sus inicios como tutor del mismo, desde sus primeras controversias en Oxford a sus primeros tratados significativos, desde su conversión al Catolicismo a la fundación de la primera Universidad Católica en las Islas Británicas (en Dublín), toda su influencia en la cultura inglesa pasó contemporáneamente por un itinerario espiritual personal y por el empeño en sus diversas responsabilidades. Sin duda, esta es la razón por la que adquirió una autoridad en su siglo: no tanto por su recorrido personal, por el contenido de su experiencia, que no era compartido por casi nadie, ni estaba dentro de los esquemas de lo “políticamente correcto” (acabar convirtiéndose al Catolicismo ciertamente no fue bien visto), sino sobre todo por su método, porque todo su pensamiento dependía en última instancia de su camino personal en cuanto hombre.

Visión unitaria
Muchos seguidores del tiempo de Newman se convirtieron al Catolicismo con él, y muchos posteriormente, no tanto porque compartiesen intelectualmente sus ideas, sino más bien porque siguieron su método, es decir, porque quisieron implicar todos los aspectos de su persona en esta visión global de la religión y de la cultura. Sirvan como ejemplos escritores de la talla literaria del poeta Gerard Manley Hopkins4, Robert H. Benson5, Christoper Dawson6, Graham Greene7 o más recientemente la escocesa Muriel Spark8.
¿Cuál es, entonces, el corazón de este método newmaniano que hoy podemos declarar relevante o, más aún, fundamental? A mi juicio, se trata de su concepción de la cultura y del ser humano como una unidad, como un todo indivisible. Hoy vivimos en un mundo fragmentado, donde el saber está encasillado en compartimentos independientes entre sí, de modo que cada uno de nosotros tiende a especializarse en un ámbito específico del saber, cayendo en una trampa. El saber especializado, que en sí enriquece la cultura común, normalmente se aísla y queda limitado a un grupo de expertos. En cambio, en la visión unitaria que Newman propone, todos estos saberes específicos se reconducen a una cultura común, patrimonio de todos.

Tres características
El saber, según Newman, posee así tres características, perfectamente válidas y consonantes con nuestra sensibilidad contemporánea. En primer lugar, «es el producto de muchas mentes que exploran las implicaciones de ideas vivas, bajo el impacto de otras ideas y sistemas ajenos y hostiles»9; es decir, no es unidireccional, sino que se mueve con diferentes tesis en varios sentidos, de modo que se intenta siempre llegar a una conclusión común, incluso cuando los sistemas de pensamiento son diferentes, incluso a través de errores. En segundo lugar, el saber es pluralista, es decir, tiene en cuenta los distintos caminos que se pueden recorrer para llegar a una conclusión, los distintos métodos de conocimiento que se pueden usar en esta búsqueda común. Por último, el saber es también personal. Él se refiere a la existencia de una única “verdad”, pero afirma que «no importa lo universal u objetiva que sea, en cualquier caso es asimilada o percibida por mentes individuales»10, por lo que es necesario que el saber no permanezca abstracto, sino que ha de ser aprehendido singularmente.

Saber de Shakespeare
Ejemplificando, podemos pensar en un curso sobre Shakespeare en un Departamento de Literatura Inglesa. Los alumnos tienen que estudiar Hamlet, y al final del curso se pretende que hayan adquirido un cierto saber sobre tal obra. Que el saber no es unidireccional, significa que cada uno de ellos podrá partir con su propia hipótesis interpretativa, de modo que a través de diferentes visiones y sistemas de pensamiento se complementarán unos a otros, así como con la visión del profesor, obteniendo una riqueza mayor. Que el saber es pluralista, significa que será posible tanto un análisis lingüístico como un estudio del contexto político-social de la época de Shakespeare, tanto un estudio de las formas métricas como una descripción psicológica de cada personaje, porque todos estos métodos ayudarán a una mayor comprensión de la obra. Por último, que el saber es personal, significa que las conclusiones a las que se llegue, al final del curso, no deberán quedarse en ideas abstractas, sino que cada estudiante deberá personalizarlas en relación con todo lo que anteriormente ha estudiado.

El hombre educado
Éste es el interés principal que despierta hoy el método newmaniano, en particular en lo que se refiere a la educación y la cultura: el criterio fundamental de una integridad del saber, de una visión de conjunto que pone a cada aspecto en su lugar adecuado. «Newman consideraba que el hombre educado (y no sólo el genio) era aquel que alcanzaba un saber universal e integrado; no cuantitativamente, sino en su dimensión universal, en su percepción de los primeros principios de las cosas y en su comprensión de la metodología de las ciencias».11
Él mismo nos da un ejemplo de este método de aprendizaje en una de sus conferencias sobre la Idea de una Universidad, donde contempla al ser humano como objeto del saber: «Podemos verle en relación a los elementos materiales de su cuerpo, o a su constitución mental, o a su familia, o a la comunidad en que vive, o al Ser que le creó; y, en consecuencia, le trataremos respectivamente como fisiólogos, filósofos morales, ecónomos, políticos, o teólogos. Cuando le vemos en todas estas relaciones juntas, o como el sujeto de todas las ciencias que he enumerado, podemos decir que hemos llegado a la idea del ser humano como objeto o hecho externo, del mismo modo que el ojo capta su silueta externa. Por otra parte, si somos sólo fisiólogos, o sólo políticos, o sólo moralistas, nuestra idea del ser humano es más o menos irreal; no tenemos en cuenta todo lo que es».12


Notas
1 Cf I. Ker, John Henry Newman: A Biography. Oxford University Press: Oxford, 1988, 412, 531.
2 J. H. Newman, Apologia..., op. cit., 25.
3 J. H. Newman, Discussions and Arguments on Various Subjects, cit. en I. Ker, John Henry Newman..., op. cit., 211.
4 Cf G. M. Hopkins, Poems and Prose. Harmondsworth: Penguin, 1963, 161-3.
5 Cf J. Pearce, Literary Converts. Harper Collins: London, 1999, 212.
6 Cf ibidem, 41-3.
7 Cf ibidem, 293.
8 M. Spark, Curriculum Vitae: a Volume of Autobiography. Penguin: Harmondsworth, 1992, 202ss.
9 V. Blehl, “The intellectual and spiritual influence of J. H. Newman”, in The Downside Review, 385 (1993), 251.
10 Ibidem, 252.
11 A. Player, “John Henry Newman and Education”, in The Australasian Catholic Record, 3 (1990), 303.
12 J. H. Newman, The Idea of a University. Clarendon Press: Oxford, 1976, 55.


«Las deducciones no tienen ningún poder de persuasión. Al corazón se llega normalmente, no a través de la razón, sino a través de la imaginación, por medio de impresiones directas, por el testimonio de hechos y eventos, por la historia, por las descripciones. Las personas nos influyen, las voces nos convencen, las miradas nos conquistan, las hazañas nos inflaman (...). Por eso, no podemos depender de una religión que esté en los libros: parece bonita cuando hace buen tiempo, pero sus doctrinas son sólo opiniones (...). No tengo ninguna confianza en los filósofos que se sientan en casa y alcanzan distancias que nos dejan asombrados; porque [desde ahí] confían tanto en las sombras como en las realidades. Han elaborado con cálculos la mentira del país que nunca vieron, y han creado su mapa con un atlas geográfico; y, como hombres ciegos, aunque ponen a los extraños en ese camino, ellos mismos no consiguen caminar derechos (...). Después de todo, el hombre no es un animal racional; es un animal que ve, que siente, que contempla, que actúa».

(J. H. Newman, Discussions and Arguments
on Various Subjects)