01-10-2008 - Huellas, n. 9

Los esposos Martin

De Monza a Lisieux
El Misterio se hace familiar

El 19 de octubre en Liseaux, fueron beatificados Celia y Luís Martín. Hace seis años, por su intercesión, Pietro Schiliró obtuvo la curación. Huellas, que ya había dado a conocer su historia, cuenta lo que ha pasado desde entonces

Fabrizio Rossi

«Nos ha sucedido algo que nos supera por todas partes». Valter y Adele Schilirò, casados desde 1986, tienen cinco hijos y viven en Monza, junto a Milán. Dos personas sencillas, una familia normal que, desde hace seis años, tiene que hacer cuentas con una serie de hechos extraordinarios, a partir de la curación de un hijo al que los médicos dieron pocas horas de vida (cf. Huellas, octubre 2003, pp. 26-29). Sin embargo aquí está, acaba de tirar al suelo la mochila (cursa primero de primaria, y tiene un aspecto estupendo) y está en el piso de arriba jugando a la play con sus hermanos. Está vivo por milagro, en el sentido propio de la palabra. Hasta el punto de que van a ser beatificados los que intercedieron por él: unos padres que vivieron hace un siglo y medio, tan normales como sus mismos padres. Pero vayamos por orden.
La mañana del 25 de mayo de 2002 nace Pietro. Cuatro kilos y pico, pero algo no va bien («escuchamos un estertor terrible»): a los pocos segundos el neonato entra en apnea. Es trasladado rápidamente a la unidad de cuidados intensivos. Allí le intuban. Su estado es grave. La biopsia no deja lugar a dudas: malformación congénita del pulmón. Adele retorna una y otra vez a las palabras con las que Giussani, al final de los Ejercicios de la Fraternidad tres semanas antes, ponía voz a la conmoción de Jesús ante aquella viuda a la que nunca había visto: «¡Mujer, no llores!». «Esto nos recordó que teníamos un Padre bueno –cuenta Adele–. Podíamos atrevernos a pedir que Pietro se curara. Sin pretender que el Señor hiciese lo que deseábamos, pero seguros de que podía hacerlo». El padre Antonio, un sacerdote muy cercano a la familia Schilirò, les da una estampita y una sugerencia: «Son Luís y Celia Martín, los padres de santa Teresa de Lisieux. Rezadles, ellos perdieron a cuatro niños y pueden ayudaros en vuestro sufrimiento». Después de que el jefe del servicio les comunica el resultado de las pruebas («Para la ciencia no existe ninguna esperanza»), Adele y Valter afirman sin dudar: «Pongamos entonces nuestra esperanza en el Señor. Pidamos la curación de Pietro por intercesión de los esposos Martín».

Llamando a todas las puertas
Comienza así un boca a boca que implica a amigos, colegas, médicos, vecinos y conocidos sin más: «Pedíamos a todos que rezaran al matrimonio Martin». Una pareja que, salvando los 150 años de distancia, «recuerda en muchos aspectos a la nuestra: con los mismos problemas en el trabajo, las mismas preocupaciones con respecto a los hijos...». Algunos no hacen caso, otros dan la estampita a su madre o a una abuela («Se la doy mejor a ella, que va a la Iglesia»). Otros se quedan desconcertados, como una vecina de los Schilirò que pregunta: «Pero, ¿me escuchará el Señor?». «Le dijimos que no era ella la que lo decidía. Desde entonces cambió su posición, asombrada sobre todo de que hubiésemos llamado a su casa: “Si hubiera estado en vuestro lugar me habría encerrado en casa –nos cuenta después–, sin ver a nadie. Pero vosotros habéis venido a pedirme que rece, ¡precisamente a mí!”». Mientras ha pasado un mes, y Pietro no mejora. «Seguros de que no había esperanza alguna, algunos médicos pensaban que se trataba sólo de la prolongación de un sufrimiento inútil –dice Adele–. Les faltaba la apertura a la posibilidad de que el Misterio interviniese». Cosa que sucedió.
La mañana del 29 de junio la enfermera corre al encuentro de los Schilirò. «Ha sucedido un milagro». Por primera vez, es posible reducir el porcentaje de oxígeno bombeado por el respirador del 100% al 70%. El 2 de julio Pietro respira solo. El 27 del mismo mes vuelve a casa.

Heroico y cotidiano
Se trata propiamente de un milagro, con todos sus procesos, comisiones, actas e informes, gracias al cual la Iglesia beatificará el próximo 19 de octubre a los esposos Martin. Adele subraya lo que le ha fascinado de estos dos esposos de mediados del siglo XIX, que a primera vista no tienen nada de extraordinario: «Es el testimonio de que lo cotidiano se vuelve heroico. Y de que estamos llamados a la santidad como esposos, no sólo como individuos». Un ejemplo para toda la Iglesia, como les ha dicho monseñor Guy Gaucher, obispo emérito de Bayeux-Lisieux: «No sabéis lo que significa para los franceses recuperar toda la dimensión de la familia cristiana». Valter nos explica que «son muchos los que se han convertido por lo que le ha sucedido a nuestro hijo, y ahora creen en Cristo y en su Iglesia: son cosas más grandes que nosotros, que van más allá de nuestra capacidad de comprensión».
Resulta casi imposible conocer todo lo que ha nacido desde ese día. Desde la estima o simple curiosidad hacia el movimiento por parte de algunos prelados implicados en el proceso (el cuadernillo de aquellos Ejercicios de la Fraternidad del 2002 forma parte de las actas del proceso), a muchos episodios de conversión personal. «Para todos significa descubrir que el Señor nos acompaña en la vida –cuenta Adele–. Y es verdad también sin necesidad de un milagro tan extraordinario». Es el caso de Flor, a la que se deben varias traducciones al español de los escritos de santa Teresa. En Lisieux se encuentra con los Schilirò, cuya historia conoce bien: «Le parecía mentira poder conocernos. Nos pregunta: “¿Sois de CL?. He oído hablar de ello en la radio. También yo quiero formar parte de vuestro movimiento”. Le hemos puesto en contacto con los amigos de Madrid». O de Thomas Nevin, profesor de Cleveland y autor de una obra sobre Teresa de Lisieux que, aun conociendo la vida, la muerte y el milagro de la familia Martin, «se ha conmovido al conocernos, porque ha podido ver físicamente la obra del Señor». O también, la última cronológicamente, la amistad que ha nacido con Federico, un joven bailarín de Friuli que, de peregrinación a Lourdes, se aloja en el “Hotel de Lisieux” («¡quién sabe por qué!»), en donde descubre la historia de Teresa y de su familia, hasta llegar a Adele y Valter: «Ha venido aquí a cenar con nosotros y nos ha contado que estaba empezando a ir de nuevo a misa. Nos ha dicho: “Ahora tengo que hacer las cuentas con esta fascinación que me ha atraído”. El suyo no es un ambiente fácil, y un día nos escribe: “¡No se puede vivir así!”». Adele tiene entonces una intuición: «Le he sugerido que lea cierto libro de don Giussani... En cuanto tenga un momento, le he prometido que lo trabajaremos juntos».