Matías: discípulo por sorteo

Sustituyó a Judas Iscariote, el traidor, y fue asociado a los once porque «vio». Nada más sabemos de él

Alessandro Zangrando

Es el único apóstol incorporado al grupo de los doce después de la muerte de Jesús. Y no fue elegido por ser bueno, virtuoso o por haber hecho méritos. Matías se convierte en apóstol por sorteo: su elección fue “echada a suertes”, dejada a la simple voluntad de Dios, según una práctica arcaica de elección. Las poquísimas noticias sobre él se encuentran al comienzo de los Hechos de los Apóstoles. Nos encontramos en los días siguientes a la Ascensión. La primera comunidad cristiana se pregunta quién puede sustituir a Judas Iscariote. El problema es planteado por Pedro delante de la asamblea de los primeros cristianos, unas 120 personas: «Conviene, pues, que de entre los hombres que anduvieron con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús convivió con nosotros, a partir del bautismo de Juan hasta el día en que nos fue llevado, uno de ellos sea constituido testigo con nosotros de su resurrección» (Hch 1,21). Se proponen dos nombres: José, llamado Barsabás, y Matías. «Entonces oraron así: “Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muéstranos a cuál de estos dos has elegido para ocupar en el ministerio del apostolado el puesto del que Judas desertó para irse adonde le correspondía”. Echaron suertes y la suerte cayó sobre Matías» (Hch 1,24-26). La Biblia no nos cuenta nada más acerca de él. Ni siquiera las tradiciones antiguas, en general locuaces sobre la vida de los apóstoles, dicen algo sobre Matías.

Desde la primera hora
Matías fue, por tanto, discípulo de Jesús desde la primera hora: este fue el criterio de Pedro para la elección del nuevo apóstol. Siguió el acontecimiento del Salvador desde el bautismo de Juan hasta la Resurrección, desde el inicio del ministerio hasta el final. A Matías se le confió la tarea de ser “testigo” junto con los otros once. Matías no fue elegido por llamada directa, como sucedió con Pedro, Juan, Santiago y los demás, invitados por el Señor a seguirle. Sin embargo, tenía todos los elementos para convertirse en apóstol: había asistido a los sucesos de la vida del Hijo de Dios. Se convierte en apóstol porque «ha visto»: a él le piden sus compañeros y la voluntad de Dios que sea testigo. Nada más.
Todo lo que nos queda sobre la vida de Matías tiene contornos difusos y contradictorios. Su nombre deriva del hebreo Mattathias y significa “don de Dios”. Eusebio cuenta que Matías fue uno de los 72 discípulos del Señor. Según Nicéforo, después de haber predicado el Evangelio en Judea habría llegado hasta Etiopía y allí habría sido crucificado. La Sinopsis de Doroteo nos cuenta una historia distinta: Matías difundió el Evangelio entre los bárbaros y los caníbales en las regiones internas de Etiopía, en el puerto de Isso y en la desembocadura del río Isso, para después morir en Sebastopol, en donde fue enterrado cerca del Templo del Sol. Otra tradición nos cuenta que Matías fue lapidado en Jerusalén por los hebreos y después decapitado. Orígenes hace referencia a un Evangelio de Matías, del cual refiere una frase Clemente de Alejandría.
Se dice que sus reliquias fueron transportadas a Roma por santa Elena. Una parte se conserva todavía en Santa María la Mayor (aunque se duda si corresponden a este Matías o a San Matías, obispo de Jerusalén en torno al año 120) y otra parte en Tréveris, ciudad de la que Matías es patrón.