PICCININI
SÓLO TÚ, PENSÁNDOLO, OH IDEAL, ERES VERDADERO

Padre
porque fue plenamente
hijo
La noche del 26 de mayo moría en un accidente de coche Enzo Piccinini, amigo queridísimo, inestimable cirujano y uno de los principales responsables del movimiento.
Deja a su mujer, Fiorisa, y a sus hijos, Chiara, María, Pietro y Annarita. Don Giussani nada más tener noticia de su muerte ha enviado este mensaje a todas las comunidades de CL en Italia y en el mundo

Mientras volvía a Módena, después de su jornada de trabajo de cirujano estimadísimo y habiendo asistido a una reunión con el Centro del CLU en Milán, no se sabe cómo, Enzo se salió de la carretera, perdiendo la vida en un gravísimo accidente.
Lleno de dolor, pido a cada comunidad de CL en Italia y en el mundo que se reúna para celebrar una Santa Misa en la que rogar a Dios que podamos heredar la misma fe que tenía Enzo.
Es ciertamente el dolor más grave con el que Dios pone a prueba a nuestra Fraternidad en este momento, porque Enzo ha sido un hombre que, desde la intuición que tuvo dialogando conmigo hace treinta años, dijo su "sí" a Cristo con una dedicación asombrosa, con una perspectiva inteligente e integral, y ha centrado toda su vida en Cristo y en su Iglesia. Lo más impresionante para mí es que su adhesión a Cristo fue tan totalizante que no ha habido día en que no buscara de todas las formas posibles la gloria humana de Cristo.
¿Qué es lo que nos pide a nosotros el misterio de Dios en semejante prueba de gran sufrimiento? Nos pide que recordemos siempre a Cristo como el sentido de la vida, a todos los niveles y en todos los campos : "Cristo es todo en todos".
Por eso, cada vez se vuelve más claro para nosotros, con el tiempo, que la salvación, es decir, la afirmación positiva del ser, implica siempre como condición la cruz : Ave crux spes unica.
Pidamos a María que vivió una prueba semejante, que su mujer Fiorisa y sus hijos Chiara, Pietro, María y Annarita, sean tan verdaderos como él.
Nuestro amigo Alberto, al volver de Norteamérica con la alegría de contarnos a todos la manifestación de la profundidad de nuestro carisma atestiguada en la reciente reunión en la ONU, a la salida del avión, recibió esta noticia tristísima que le dió Widmer. Ante la contradicción inherente a la historia de todos los hombres, pensó: "Cruz y Resurección". El dolor no sería racional si no se viera redimido en la afirmación de Cristo.
Ésta es, amigos míos, la contradicción que, en todo caso, nada en el mundo puede resolver. La posibilidad de tener la paz y la alegría que nos da el Misterio de su Resurección reside únicamente en la fe en Cristo.
Por eso pedimos también a Enzo que nos ayude a recordar todo esto, antes de que el mundo asalte nuestro corazón y destruya en él toda positividad y por consiguiente, cualquier esperanza.
Os escribo como a amigos.

don Giussani
Milán, 26 de mayo de 1999

Promesa y certeza

La homilía del Arzobispo de Bolonia en la Basílica de San Petronio, durante el funeral de Enzo.
"Dios conoce los caminos que llevan a los suyos a una mayor y más decisiva fecundidad, y que transforman nuestras vidas en una energía redentora para el bien de todos nuestros hermanos"

GIACOMO BIFFI

"Mi alma está turbada" (Jn 12,27). Son las palabras de Jesús ante la inminencia de la terrible "hora" que concluiría su aventura terrenal. Son palabras que sentimos como nuestras en esta hora dolorosa e inesperada que estamos viviendo.
Ante el misterio de la muerte no es posible - para nosotros, pobres criaturas arrojadas en el enigma de la existencia - vencer la turbación. Además, ni siquiera fue posible para el Hijo de Dios. Ante cada muerte se agudiza la conciencia de cuán tormentoso e impenetrable es nuestro destino de hombres, seres deseosos de alegría, de paz, de vida y, sin embargo, fatalmente llamados al sufrimiento, a la ansiedad, a un final que parece acabar con todo.
Pero, sobre todo, estamos desconcertados ante esta despiadada suerte que, repentinamente, ha atrapado a nuestro queridísimo hermano, truncando una vida preciosa e intensa, anulando en un instante un patrimonio de humanidad extraordinaria, de riqueza espiritual, de entrega sin reservas, de proyectos y nobles propósitos.
También mi alma está turbada y sufre por la pérdida de un amigo: el amigo de los días serenos y reposados, y de los días cargados de trabajo; de los días animados por el mismo ideal de dar testimonio de Cristo y confortados por la pertenencia común a la Iglesia, y de los días entregados al mayor servicio del Reino de Dios, presente como Misterio en la historia. El alma de todos nosotros está turbada. Y al Señor, aunque ya nos dijo que vendría de forma repentina e inesperada, como un ladrón, nos surge pedirle cuentas por esta muerte como si fuera un robo. Un robo que ha herido afectos tenaces y profundos, que ha dejado un vacío que no se puede colmar y ha sumido a muchos en un dolor que no encuentra descanso.
Nos surge de forma natural e instintiva preguntar: ¿Por qué?, aunque sabemos que es una pregunta sin respuesta humanamente persuasiva.
En momentos como éstos, en la oración, imploramos que la palabra de Dios y el sacrificio de salvación que nos disponemos a renovar arrojen un poco de luz superior y algún consuelo.
Pedimos que se le conceda a Fiorisa, a sus hijos y a todos sus familiares la gracia de sufrir sin extraviarse y de continuar con valor, con el recuerdo de Enzo y con su ejemplo, el camino de la vida. Rogamos que en todos nosotros se reaviven en esta celebración las razones de la única esperanza que no defrauda. A todos nosotros: a don Giussani, que ha hallado y reconocido en Enzo un intérprete inteligente y un seguidor apasionado de su fuerte y original propuesta de adhesión al Señor Jesús, único sentido plausible y supremo de todas nuestras vicisitudes; a la Fraternidad y a todo el movimiento de Comunión y Liberación que llora a uno de sus más eficaces animadores; a cuantos han tenido ocasión de apreciar las dotes profesionales y el espíritu de entrega del médico y cirujano.
No exigimos entender, porque existen ciertas sombras dolorosas que nadie es capaz de disipar mientras estemos aquí.
Pero de la palabra de Dios que se ha proclamado en este rito, de la oración que elevamos al Padre en este templo, del sacrificio de Cristo que se realiza - es decir, de la inmolación del Hijo de Dios al que no se le ahorraron sufrimientos y que fue sometido también al dolor y a la ley de la muerte - recogemos un mensaje de victoria final, un anuncio de resurrección y una promesa de vida eterna que cambia todo y que ninguna desgracia puede vaciar o alterar.
Lo hemos escuchado en la carta de san Pablo: "Sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también nos resucitará con Jesús y nos presentará ante Él juntamente con vosotros. Y todo esto para vuestro bien, a fin de que cuantos más reciban la gracia, mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios" (2Cor 4,14-15). Solamente este mensaje, este anuncio, esta promesa pueden dar algún consuelo a cuantos hoy lloran. Pedimos ante esta prueba que se afiancen en nosotros la paz verdadera y la fuerza interior.
Una palabra de Jesús nos deja entrever la lógica de nuestro Dios - que es Padre del Crucificado del Gólgota - y nos ayuda a mirar hacia delante con corazón confiado y mirada serena: "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere queda solo; pero si muere, da mucho fruto" (Jn 12,24).
Dios conoce los caminos que conducen la vida de los suyos a una mayor y más decisiva fecundidad, y que transforman nuestros dolores en energía redentora para el bien de todos nuestros hermanos. Con este convencimiento, el apóstol Pablo escribe con audacia: "Completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1,24).
Nosotros depositamos hoy en los surcos de esta tierra "emiliana" el cuerpo mortal de nuestro amigo Enzo. Lo depositamos como una semilla; es decir, como una promesa y una certeza de renovada y dilatada vitalidad para el movimiento de Comunión y Liberación, para todo nuestro pueblo y para la entera familia humana.

Una amistad eterna

Veinticinco años de historia juntos. Siguiendo a don Giussani y compartiendo toda la vida. "Las cargas de la vida eran muchas, pero él siempre era el primero en asumirlas, sin vivir a costa de nadie"

GIANCARLO CESANA

La primera vez que vi a Enzo fue hace más de veinticinco años. No me acuerdo de lo que me dijo. Pero sí me acuerdo del tono. Yo era ya uno de los responsables de CL en la universidad a nivel nacional; él era el responsable de la incipiente comunidad de Modena. Tenía sus propias ideas; no pedía consejo: sugería lo que había que hacer. Me acuerdo como si fuera hoy; era un tipo duro. Después no le vi más: probablemente estaba ocupado en las mil iniciativas de la comunidad de Reggio Emilia (y eran verdaderamente mil). Le volví a ver algún año después. Me habían invitado a Bolonia, en donde había una de las comunidades universitarias de Comunión y Liberación más grandes. Estaban un poco bloqueados por cuestiones culturales; tenían un enorme complejo de inferioridad respecto a la modernidad, respecto a la ideología marxista en especial. La verdad es que no tenía una gran audiencia, por lo que, al acordarme de aquel tipo duro que me habían dicho que había empezado a trabajar en Bolonia, fui a buscarle y le invité a participar en el grupo de los responsables. Se resistió un poco. Los Católicos Populares, los de CL, y otros, implicados en la política universitaria, habían hecho un panfleto contra él por una cuestión de exámenes de cirugía. Me contó que les había respondido públicamente y que le costaba participar en la diaconía universitaria de CL. Pero vino. Se sentaba siempre al fondo. Al final de las asambleas, que eran más bien obtusas, yo le pedía que interviniera. Yo valoraba lo que decía y acababa la reunión sin ningún éxito. Salíamos juntos, íbamos hasta el último bar de la calle Strada Maggiore donde bebíamos algo; después, nos íbamos - me acuerdo de tanta niebla - yo hacia Milán y él a Modena o a Reggio, donde la noche acababa de empezar. Nadie nos invitaba a cenar, por inmadurez y porque evidentemente no era el caso. Él tenía un Peugeot Diesel de la más baja cilindrada y el más económico, con el que ya machacaba los millones de kilómetros que se haría más tarde.
Después, de modo imprevisto, surgió la amistad, gracias a Giandomenica de Rávenna y a una cena en el apartamento de Elena Ugolini. Yo propuse pasar el testigo: que el responsable de la comunidad universitaria de Bolonia fuese Enzo Piccinini. Don Giussani aceptó de buen grado. Empezó un gran periodo que dura hasta hoy. Enzo lo conoció. Tenía dotes fantásticas que yo no tenía: ímpetu, inmediatez, prestancia física. Me entusiasmé con él y con el grupo de Bolonia. Una vez me llamó por teléfono. Había habido un terremoto en Irpinia y ya había partido para allá, con las cajas de medicinas en el coche, los aparejos y todo lo demás. Estaba presente. Tenía una idea "fija": la base, el pueblo, la gente. Me acuerdo del Meeting de Rímini cuando vino el Papa. La participación fue masiva, dentro y, sobre todo, fuera del salón principal, con la gente apretada por todas partes. Enzo quería estar con el pueblo. Yo estaba con los dirigentes; me acuerdo de él haciendo cola para comer mientras yo estaba en el restaurante de los VIP (bueno, ¡es un decir!). Me decía discretamente: "Yo estoy con la base". Era una persona que cautivaba, donde iba "arrastraba" a miles de chicos, signo de que lo que decía no sólo entusiasmaba sino que era convincente.
Hablábamos de todo. Prácticamente nos hemos visto todas las semanas durante veinte años en Milán o en Bolonia. Era un anfitrión fantástico: le gustaba comer bien y no me dejaba pagar nunca. Un día sí y otro no me llamaba por teléfono, muchas veces después de medianoche, y me preguntaba: "¿Cómo estás?". Yo no sabía qué decirle en ese momento porque pensaba que todo iba como la noche anterior, pero después hablábamos: había y hay siempre algo que marcha o que no marcha. Lo que siempre me impresionó de Enzo fue su deseo de confrontarse. Tenía unas dotes personales magníficas, sin embargo deseaba ser corregido. Esto es un signo de pertenencia, de servicio a Otro. Discutíamos de todo, a veces ásperamente, pero teníamos la certeza de la paternidad de don Giussani, por lo que estaba claro, muy claro, que el último juicio no era nuestro. No se puede entender a Piccinini y su vida, sin su relación personal, intensa, con Giussani. Esto lo entendieron los universitarios que oyeron su testimonio en los últimos Ejercicios (publicado en el Cuaderno anexo a este número de Huellas; ndr). "Arrastraba" y este verbo era una de sus expresiones favoritas en el sentido de que las cargas de la vida eran muchas, pero él siempre era el primero en asumirlas, sin vivir a costa de nadie.
Era un amigo y ¡Dios sabe cuánto! Teníamos más o menos la misma edad; nuestros hijos, a los que les daba cierta vergüenza hacer de líderes, estudiando en la universidad. Precisamente por esto, por edad y por historia común, sin otras pretensiones, nos sentíamos padres de los chicos de la universidad... No podía ser un juego. Hablábamos de la familia, del trabajo, del movimiento que no estaba fuera, sino dentro. El problema no era hacer, sino ser. Muchas personas lloraban en el funeral y no eran "de los nuestros". Enzo "era un encuentro" para todos: pacientes, profesores, gente corriente, americanos, franceses, ingleses y quién sabe cuántos otros. Una entrega total, como ha dicho don Giussani, no sólo y no tanto como compromiso, sino como mentalidad e inteligencia. De vez en cuando quedábamos solos para comer o cenar y nos confrontábamos sobre la vida, no en términos definitivos (¡Habría sido un error! Estaba claro el sentido de la autoridad, quién era el punto de comparación), sino para aclarar cosas. La última vez nos vimos en Piacenza. Fuimos a un restaurante donde la dueña era una gran fan de Enzo, comimos dos primeros típicos y bebimos grappa, hablamos de "nosotros", sin dejar nada fuera; después nos fuimos, cada uno por el camino asignado. Después nos volvimos a ver con más gente, siempre para discutir y tratar de comprender. Ahora Enzo ha ido hacia delante, muy por delante, como solía hacer... Y yo sigo corriendo, esperando.

El trigo maduro y la pequeña semilla

Las vicisitudes de Anna Vercors en La Anunciación a María iluminan los acontecimientos grandes y dolorosos que han golpeado a todo el movimiento. También hoy es el padre el que señala el punto al que mirar

LAURA CIONI

La noche del 25 de mayo, Alberto, Giancarlo y Giorgio vuelven a Italia después de la presentación del segundo libro del "Curso Básico de Cristianismo" en la ONU. Esa misma noche otro retorno, dolorosísimo: el de Enzo, en la Autopista del Sol, camino de casa, su destino cumplido. Es como un gran campo en el que amarillea el trigo maduro y desaparece la pequeña semilla que sólo Dios ve morir en el surco de la tierra.
"¡Alaba a tu Dios, tierra bendita, en las lágrimas y en la oscuridad! El fruto es para el hombre, pero la flor y el perfume de todo lo que germina es de Dios".
El fruto es la afirmación gloriosa, también ante los hombres, de una larga vida de amor a Cristo y la flor es recogida por la fuerza de un Misterio que guía todo hacia su verdadera morada. Así, una vez más, nuestra Fraternidad se descubre más unida, "segura de algunas pequeñas grandes cosas", en la alegría de una vida cumplida y en la conmoción de un grave dolor.
"El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó. Alabado sea el nombre del Señor": la palabra de Dios se expresa a través de los avatares de Job. Y no habría nada que añadir al gran silencio que las cosas verdaderas imponen. Pero, a veces, la voz de los poetas resuena como un eco o una profecía del carácter inexorable de los hechos con los que el Misterio lentamente se desvela a nuestra espera.
En La Anunciación a María de Claudel, Anna Vercors vuelve inesperadamente de Tierra Santa a su casa de Combernon y encuentra a Violaine muerta y junto a ella, a Jacques herido por un dolor que no puede soportar y a Pierre de Craon en el esplendor del abrazo a su vocación. El padre mira todo lo que ha producido su tierra en la alegría que precede a los largos meses de invierno: "¡Oh lugar verdaderamente bendito! ¡Oh seno de la Patria! ¡Oh tierra agradecida y fecundada! ¡Los carros que pasan por el camino dejan paja en las ramas cargadas de frutos!".
Cuántas veces nos hemos alegrado y hemos agradecido los frutos de una humanidad nueva en nuestra Fraternidad. Es como el anuncio bueno y la esperanza de una nueva reconstrucción de la familia humana y de la Iglesia, igual que ahora, en el momento en el que el sacrificio de la Doncella devuelve al rey y al padre a la patria del universo y se anuncia el Jubileo.
Anna revive los días lejanos de la belleza de su hija: "¡No te he perdido, Violaine! ¡Cuán hermosa eres, mi niña! ¡Y cuán hermosa es la novia cuando, en el día de su boda, se muestra a su padre en su vestido magnífico, con encantadora turbación! Camina adelante, Violaine, hija mía, y yo te seguiré".
Cuántas veces hemos evocado con estos y otros amigos los años de la universidad. Y he aquí el primero de nosotros que nos ha precedido. "Bendita sea la muerte en la que toda petición del Pater se cumple": de nuevo es el padre el que nos señala el punto al que mirar, en la aceptación de una paz recibida. Ese padre que le dice a Dios: "Tened piedad de los hombres, Señor, en este momento en que, habiendo acabado su tarea, se ponen ante ti como un niño al que examinan las manos. Las mías están libres... Hace poco aún había alguien conmigo. Y ahora mi mujer y mi hija se han retirado, quedo sólo para dar gracias ante la mesa preparada. Las dos murieron, pero yo vivo en el umbral de la muerte y un gozo inexplicable reside en mí".
Que quien hoy nos repite con su vida lo que las palabras del poeta han sugerido con pudor nos encuentre verdaderamente hijos, como Enzo ha sido y es verdaderamente hijo.

La catolicidad de su experiencia
y su apertura ecuménica


Publicamos algunos de los numerosos mensajes enviados a la familia de Enzo y a don Giussani, expresión de una verdadera fraternidad

Ésta es la carta que la hermana de Enzo, monja trapense en Venezuela, ha escrito a dos queridos amigos de su hermano

Queridísimos: Os escribo a vosotros porque compartíais estrechamente con Enzo su responsabilidad en Bolonia. El dolor es inmenso, no tengo palabras y sólo habla mi corazón lavado por las lágrimas de un amor infinito. Su muerte es el paradigma de su vida: una consumación total. Nada ante nuestros ojos, todo a los ojos de Dios. El vacío que deja en mi corazón y en el nuestro no se puede llenar, porque Enzo es insustituible. Podemos dar gracias por lo que se nos ha dado, por lo que de él nos pertenece gratuitamente. Tal vez así podamos recoger la herencia que nos ha dejado, como nos pide don Gius. En el Cuerpo entregado, en la Sangre derramada, os abrazo profundamente.

Sor Chiara

Querido don Giussani: Participo contigo y, a través de ti, con todos los amigos, en el dolor por la muerte de Enzo. Su entusiasmo por Jesucristo y la incansable amistad de la que era capaz han sido, también para mí, un don precioso y un testimonio impagable. No hay necesidad de añadir nada más a tu mensaje por su muerte. Que a través de la participación definitiva de Enzo en la "obra" de Nuestro Señor se realice cada vez más en mi vida y en las nuestras aquello a lo que nos has llamado. Un abrazo,

S.E. Mons. Angelo Scola
Pontificia Universidad Lateranense

Recibida noticia trágico incidente que causó muerte de dilecto amigo y valioso colaborador Enzo Piccinini nos unimos en la oración a su familia, a usted y a todo el movimiento de Comunión y Liberación.

S. E. Cardenal Francis Stafford S. E. Monseñor Stanislaw Rilko Profesor Guzmán Carriquiry Pontificio consejo para los laicos

Queridísimos amigos: En este momento especial deseo expresaros con renovada intensidad mi afecto de padre y de pastor. El doctor Enzo Piccinini, que he tenido la alegría de conocer hace poco aquí, en Pesaro, ha nacido para el Cielo: con su pequeña barca de hombre ha realizado su travesía y ha alcanzado "la otra orilla", la de la Vida plena, la del Día sin ocaso. El Señor de la vida le ha visitado a él, a su familia y al movimiento que ha amado y servido con entusiasmo y convicción. Podríamos decir que ha visitado también nuestra Diócesis, que todavía conserva en el alma el testimonio apasionado de su humanidad y de su fe. La experiencia del dolor de la que nos habló, resuena ahora como una preparación misteriosa a su encuentro definitivo con Jesús y representa para nosotros el viático para continuar nuestra peregrinación hacia la casa del Padre. Cada visita del Señor es para la vida. Esta es la fe que desciende de la Cruz gloriosa. Para nosotros ahora, para todos nosotros, significa acoger esta visita como María acogió al Ángel que le anunciaba el Misterio. De la visita de Dios saldremos todos confirmados y mejores. Enzo, desde el Cielo, sigue caminando con su familia y con nosotros en una comunión más intensa de mutua petición. Hacemos nuestras las luminosas palabras de San Jerónimo: "Te doy gracias, Dios, por haberlo tenido entre nosotros; es más, por tenerlo todavía, porque quien vuelve al Señor no sale de casa". Renuevo mi afecto por todos y os bendigo de corazón.

S.E. monseñor Angelo Bagnasco, obispo de Pesaro

Queridos amigos: Os pido que hagáis llegar a la familia de Enzo Piccinini mi participación en este gran dolor imprevisto. Celebraré por él la Santa Misa para que vea al Señor, al que ha servido con dedicación incansable entregándose a la construcción del carisma. Mirando a Enzo resulta claro lo que significa "dar la vida por la obra de Otro". Por su familia, por vosotros, por los amigos más cercanos que le han conocido, mi oración.

S. E. monseñor Filippo Santoro obispo auxiliar de Río de Janeiro

Querida Fiorisa: Nos hacemos a un lado en silencio para mirar a Jesús que te dice: "Mujer, ¡no llores!". Sólo su Presencia te puede consolar en la temporal separación. Queridos Chiara, Pietro, María y Annarita: El Señor os haga fuertes y libres en esta prueba como papá, y con su gracia os una en la caridad. Desde España nosotros le hemos amado como amigo y estimado como compañero ejemplar, porque en él Cristo ha sido lo humano. A vuestra ofrenda al Padre se une nuestra oración afectuosa por cada uno de vosotros.

La comunidad de CL desde España

"Hemos experimentado una liberación, pero esta liberación, ¿de dónde nace? La fuente de la libertad nos ha hecho ser más conscientes, estar más seguros, más agradecidos por la evidencia de este hecho: somos de Otro y por tanto pertenecemos a Otro, al misterio de Cristo" (Equipe del CLU 99). Infinitamente agradecidos al Señor por habernos dado a Enzo como padre y maestro le pedimos que colme el vacío de nuestro corazón, haciendo que nuestros rostros sean una evidencia luminosa de su misterioso amor.En comunión

Los chicos del Poli

Querido don Gius: Te escribo porque siempre he compartido contigo mis alegrías y mis penas más grandes. La muerte de Enzo es un gran dolor. La amistad con Enzo es un don tuyo y es lo que más me ha hecho madurar. Su sí decidido y lleno de certeza me ha ayudado a decir "sí" donde estuviera, como hacía él. He compartido con él la responsabilidad de guiar algunas comunidades y personas, y lo que me ha convencido al estar con Enzo durante estos tres años ha sido ver su cambio, su perfeccionamiento humano, despreocupado de sí mismo y orgulloso de lo que era porque lo importante era lo que seguía. Habíamos quedado mañana por la tarde para cenar con Cesana, que venía a Pesaro a presentar tu libro Generare Tracce. Ayer por la tarde en Pesaro recordamos a Enzo en la misa. Había más de 800 personas, los pacientes que tenía aquí y médicos que le apreciaban mucho. Leímos tu mensaje, que nos ha dado la certeza de que Dios es el que guía, y leímos un mensaje del obispo que, aunque lleva pocos meses aquí, ya le conocía y hace unos días le había pedido que participara con él en un congreso. Me llegó la noticia de la muerte de Enzo el miércoles por la mañana. Había ido al aeropuerto a recoger a Mariella, que volvía de Nueva York; volvía de visitar a nuestra hija Francesca que vive allí con Riro, y me estaba contando la presentación de tu libro en la ONU, la alegría de Giancarlo, Alberto y Vitta: sólo la certeza de que Dios guía a su pueblo como quiere puede consolarnos por la muerte de Enzo. El último pensamiento es para ti que, además del dolor por la pérdida de un amigo y de un hijo, tienes la tarea de guiarnos; sabes que me gusta mi trabajo, pero también sabes que es el movimiento el que me ha enseñado a amarlo. La finalidad de mi trabajo es construir el movimiento. Por eso mi vida, mi familia, mi trabajo y mi tiempo están a tu disposición, para el movimiento y para la Iglesia. Un fuerte abrazo,

Marco Montagna, Pesaro

Queridísimo don Giussani: Deseo enviarte mi más sentido pésame por la muerte de Enzo Piccinini. Su mensaje nos enseña a sufrir unidos entre nosotros y con María, como gesto de participación en el misterio de la Cruz y Resurrección de Jesucristo. Junto a este dolor común quiero expresar también mi felicitación por la gracia tan grande que ha supuesto para ti Enzo. Ya no podré mirar con estupor a Enzo como a una forma visible y evidente de obediencia y seguimiento del carisma y de amistad contigo en los encuentros Internacionales. Pero su rostro y su presencia siguen vivos en la memoria. Te encomiendo siempre y continuamente a la Virgen para que te acompañe en la gran aventura humana a la que el Señor te llama por todos nosotros. Esto que te escribo personalmente lo escribo también a toda la fraternidad en nombre de mis amigos. Con afecto y amistad infinita,

P. Pietro Tiboni, Kampala

Queridísimo don Giussani: Uno de nuestros manifiestos de Pascua decía: "En la compañía, lo más importante es mirar a las personas. Por eso la compañía es una gran fuente de amistad". Enzo era una de estas personas, era un amigo bueno. Ante este misterioso plan de Dios nos unimos profundamente en la oración y en la comunión a la familia Piccinini, a ti y a todo el movimiento.

Don Józef Adamowicz y la Diaconía polaca

Queridísimos amigos de la fraternidad de CL: Que en este momento de profundo dolor, en el ofrecimiento de nuestro querido amigo Enzo, nos acompañe la oración para que el Señor nos conceda la misma entrega por la Gloria humana de Cristo de la que él dio testimonio.

Giovanna Tagliabue y los amigos de CL de Paraguay

En este momento de gran dolor recordamos con gran afecto a Enzo, cuya presencia entre nosotros en Inglaterra hemos reconocido siempre como signo de fe, amistad y pasión por Cristo. Su sonrisa nos ha mostrado siempre la alegría que surge de la pertenencia al movimiento en el seguimiento fiel a don Giussani.

La comunidad de Inglaterra

La pequeña comunidad de Hong Kong participa vivamente en el dolor y en la turbación por esta desaparición. Por favor enviad mi más sincero pésame a la familia, en especial un fuerte abrazó a Chiara que ha sido golpeada por esta noticia cuando estaba lejos. No sabemos qué decir pero estamos a vuestro lado.

Hermes, Hong Kong

Queridísimo don Gius: Acabo de recibir la noticia de la muerte de Enzo y estoy consternado. Participo con todo el corazón en el dolor de su familia porque después de conocerle, al verle vivir, hablar, al verle entregado a Cristo, a ti, a nuestra amistad, puedo decir verdaderamente que Enzo es de mi familia, es mi familia. Y participo de tu dolor porque sé como le quieres. El Evangelio del lunes decía: "Y Jesús, mirándolo, le amó ". Y le dijo: "Déjalo todo y sígueme". Enzo le ha seguido. Hace diez minutos que ha llegado aquí la noticia y ya han llamado para avisarme tres personas desde Italia y cuatro desde Argentina para quedar a rezar por él. Hemos empezado una cadena para avisar a todos para que recen por él y por su familia y en la próxima misa del movimiento lo haremos todos juntos. Me gustaría estar en el funeral, pero me es imposible. Deseo, como un familiar, contribuir a las necesidades económicas de los suyos y le he pedido a mi hermana que te de mi donativo para que lo uses como te parezca más oportuno. Querido don Giussani, te abrazo en el dolor y en la oración.

Don Mario Peretti, Buenos Aires

Querido don Gius: Perdona que no te haya mandado un fax nada más morir Enzo. He necesitado tiempo para empezar a asimilar la noticia. Durante estos tres días he pensado en ello continuamente. Estuvo en nuestra casa, en Buenos Aires, muchos días y después en casa de mis padres, en La Plata. Tu mensaje nos ha reconfortado a mí y a todos nuestros amigos de Argentina que han sentido mucho su muerte. Personalmente es la muerte que más he sentido después de la de mi abuelo. Pensé inmediatamente en ti y en tu dolor (todos mis amigos pensaron inmediatamente en ti), pero a través de tu mensaje nos enseñas a vivir como hombres de fe. Enzo vino a los encuentros de Buenos Aires y La Plata el año pasado y todos se acordaban de él. Los médicos que guían la Facultad de medicina de La Plata, con los que había hecho un acuerdo, están muy impresionados porque Enzo se hacía querer también a nivel profesional. En su viaje había llegado hasta Bolivia y Uruguay por motivos de trabajo y se había encontrado con los nuestros en los lugares más perdidos. Tenía un ímpetu misionero que nos lleva, como tú dices, a recordar el significado de la vida. Cristo ha resucitado. Un abrazo,

Martín, Buenos Aires

Queridísimos Fiorisa, Chiara, Pietro, María y Annarita: Queríamos comunicaros que estos días se han ofrecido misas en Nueva York, Washington, Boston, Chicago, Tampa, Houston, Minnesota, Los Angeles, San Francisco, Sacramento y Denver, para recordar a nuestro queridísimo amigo y "padre", Enzo Piccinini. En todas las misas hemos leído las palabras de don Giussani y seguimos pensando en ellas. Decimos "padre" porque hace unos 12 años Enzo vino a estar con nosotros y se hizo amigo de muchas personas de nuestra comunidad. Después, llegaron otros amigos de Enzo de Bolonia y algunos se han quedado y nos ayudan a mantener vivo su recuerdo y su paternidad. Algunos de nosotros nos acordamos de cuando vino hace diez años a nuestras vacaciones nacionales de Rhode Island. Enzo contó que, mientras daba una vuelta por Boston en bicicleta, miraba los rascacielos de la ciudad y se decía para sí "mirad, llevo en mí la respuesta a todo esto". Entonces ninguno de nosotros entendió la profundidad de su juicio ni que su pertenencia le daba una fe tan concreta que era capaz de afirmarla también en medio del corazón del "imperio" americano. Pero ahora, a tantos años de distancia, vemos que esta afirmación se ha hecho carne en la experiencia de nuestras vidas y en los acontecimientos maravillosos que han sucedido aquí. Seguiremos rezando siempre, pidiéndole a Enzo que nos ayude a vivir la pertenencia y la fe en Jesucristo que él vivía con tanta certeza y alegría. Le pedimos a la Virgen que nos ayude, a nosotros y a vosotros, a entender el misterio de la "Cruz y Resurrección", como decía Alberto, y, por favor, recordad que estamos con vosotros estos días.

Vuestros amigos de la comunidad de Estados Unidos

A Widmer y a los amigos del CLU de Bolonia. Un gran dolor atraviesa nuestra alma por lo sucedido y nos acerca a Fiorisa, Chiara, Pietro, María, Annarita y a vosotros. Y, a la vez, la conmoción y el agradecimiento por el testimonio imponente que Enzo nos ha dado mediante una vida infatigablemente entregada por la gloria humana de Cristo. También nosotros le conocimos; nos llenó con la desbordante humanidad de su "sí" a Cristo con abandono filial, sencillo y radical, a don Giussani; su entrega impetuosa, inteligente y cordial que conseguía hacer mella en todas partes y construir, también nos ha arrollado a nosotros. Pedimos juntos a Dios que nos haga herederos de su misma fe; que insinúe también en nosotros ese "sí" sin medida a Cristo en el que consiste nuestra libertad de hombres. Su presencia está viva entre nosotros; estamos y nos sentimos unidos a él para siempre. Le pedimos que nuestra amistad crezca y se convierta en responsabilidad compartida y en comunión, para generar, con la ayuda de Dios y la suya, esa historia de la que forma parte nuestra vida.

Los amigos del CLU de Milán
A Widmer y a los amigos del CLU de Bolonia. Un gran dolor atraviesa nuestra alma por lo sucedido y nos acerca a Fiorisa, Chiara, Pietro, María, Annarita y a vosotros. Y, a la vez, la conmoción y el agradecimiento por el testimonio imponente que Enzo nos ha dado mediante una vida infatigablemente entregada por la gloria humana de Cristo. También nosotros le conocimos; nos llenó con la desbordante humanidad de su "sí" a Cristo con abandono filial, sencillo y radical, a don Giussani; su entrega impetuosa, inteligente y cordial que conseguía hacer mella en todas partes y construir, también nos ha arrollado a nosotros. Pedimos juntos a Dios que nos haga herederos de su misma fe; que insinúe también en nosotros ese "sí" sin medida a Cristo en el que consiste nuestra libertad de hombres. Su presencia está viva entre nosotros; estamos y nos sentimos unidos a él para siempre. Le pedimos que nuestra amistad crezca y se convierta en responsabilidad compartida y en comunión, para generar, con la ayuda de Dios y la suya, esa historia de la que forma parte nuestra vida.

Los amigos del CLU de Milán

Estoy con vosotros y con su familia al recordar a Enzo y recordarlo como hombre, como profesor y como investigador. Quiero recoger una expresión de la preciosa carta de Giussani: una persona verdadera. Verdadera en la fe, en el compromiso universitario, en su ser padre y hombre comprometido en hacer el bien, verdadero también cuando se enfadaba, de repente, ante las injusticias o comportamientos superficiales o vulgares. Falta justo en el momento en el que estaba a punto de conseguir los legítimos resultados de su trabajo, pero su vida ha estado llena y esto servirá para serenar el dolor de su mujer, de sus hijos y de los numerosos amigos que hoy le acompañan y le saludan en esta vida por última vez.

Fabio Roversi Monaco, Rector de la Universidad de Bolonia

A Fiorisa Me uno a los muchísimos amigos que desde todas las partes de Italia y del mundo se acercan afectuosamente a ti y a tus hijos para tratar de aliviar el inmenso dolor por la trágica desaparición de Enzo. Al Señor que os prueba tan duramente le pedimos juntos el sostén y el consuelo de la fe. Que os conforte el recuerdo del gran corazón de Enzo que muchos hemos podido conocer y experimentar directamente junto con la pasión y la energía con la que trabajó por la gloria de Cristo. Con sincero afecto

Roberto Formigoni

Le conocimos hace cuatro años en la Politécnica cuando vino a presentar El rostro del hombre, el entonces nuevo libro de su gran amigo don Giussani; la otra noche, Enzo Piccinini murió en un accidente de trafico cuando volvía a casa después de un encuentro del movimiento de CL en Milán. Enzo murió por amor; tal vez como le habría gustado: dándolo todo por seguir la gran pasión de su vida. Lo explicó en aquel encuentro en la Politécnica, el primero de los muchos gestos de amistad que tuvo hacia Bari y hacia toda Puglia: "¿Qué es lo que identifica mi humanidad? Ciertamente, no mi cambiante rostro físico. Para poder experimentarlo, el destino tiene que ser un hombre, como en el cristianismo". Él lo había encontrado en la paternidad del fundador de CL; se había enamorado de tal forma que toda su vida estaba determinada por esto. (...) Piccinini fascinaba irresistiblemente a todos los que le conocían porque era un ejemplo espectacular de hombre: amaba su trabajo, a sus pacientes, a sus amigos; viajaba por el mundo para echar una mano al movimiento y para aprender su oficio; le gustaba el buen whisky y los buenos puros; le interesaba la política, jugaba al fútbol. Nos enseñó una canción española que le gustaba mucho que dice "Danos un corazón grande para amar, danos un corazón fuerte para luchar": él era así, con la razón y el afecto constante y poderosamente dirigidos a afirmar lo que había reconocido como verdadero, sin cansarse nunca. Ha hecho un gran regalo a nuestra razón, ha generado una historia de hombres apasionados por la vida y el destino de todos, cuyos frutos de novedad, las obras y la inteligencia para afrontar la realidad, ya se veían.
Le vimos el miércoles pasado, siempre con sus amigos universitarios, en ingeniería: "La verdad hay que pedirla" - nos recordó - "Hay que ser fieles a la corriente que nos ha traído aquí esta tarde y que ha despertado en nosotros el interés por nuestra humanidad". Es verdad, Enzo: nos has hecho ver que es la única posibilidad para nuestra vida. Es el único contenido verdadero de la amistad.

Comunión y Liberación de Puglia

Querido don Gius: El Espíritu Santo te conceda "in fletu solatium". La imagen de Enzo entrando por la noche en el cuarto de sus hijos habita en nuestra memoria para siempre. Hijo tuyo en la pasión inteligente, el atrevimiento y el ofrecimiento de la vida, compañero inolvidable en el fatigoso camino hacia Aquello que el corazón ha deseado. Su sacrificio nos une a Cristo en la Cruz para una fecundidad misteriosa.

Tus amigos desde España