En un mundo violento y desesperado

Fuegos de guerra hasta dentro del lugar donde nació Cristo. Tierra Santa, presa del terror y la desesperación. Nadie puede permanecer indiferente. Siguiendo el testimonio del Papa, recemos por la paz en la tierra de donde vino la salvación para todos los hombres

Comunidades cristianas de todos los continentes, os pido, con emoción y esperanza, que deis testimonio de que Jesús ha resucitado verdaderamente, y que trabajéis para que su paz frene la trágica espiral de violencia y muerte que ensangrienta la Tierra Santa sumida de nuevo, en estos últimos días, en el horror y la desesperación. ¡Parece como si se hubiese declarado la guerra a la paz! Pero la guerra no resuelve nada, acarrea solamente mayor sufrimiento y muerte. ¡Nadie puede quedar callado e inerte; ningún responsable político o religioso! A las denuncias sigan hechos concretos de solidaridad que ayuden a todos a encontrar el mutuo respeto y el trato leal. En aquella Tierra Cristo murió, resucitó y dejó como testigo mudo, pero elocuente, la tumba vacía. Destruyendo en sí mismo la enemistad, el muro de separación entre los hombres, reconcilió a todos por medio de la Cruz (Cf. Ef 2, 14-16), y ahora llama a sus discípulos a desterrar toda causa de odio y de venganza.
(Mensaje Urbi et Orbi – Domingo 31 de marzo de 2002)

Os invito a rezar hoy de manera especial por los habitantes de Belén, la ciudad que vio nacer a Jesús, que atraviesa horas difíciles y se encuentra en grave peligro. Nos llegan noticias tristes y preocupantes que han perturbado el día de Pascua, un día que debería ser de paz, alegría y vida.
Con gran preocupación y sufrimiento el Papa está cerca de estos hermanos y hermanas nuestras, como lo está también la Iglesia entera que reza y trabaja para que pronto se acabe un calvario tan doloroso.
(“Regina Coeli”- Lunes, 1 de abril de 2002)

Nuestra única esperanza
Querido don Giussani: Tras haber recorrido las estaciones del Vía Crucis en Jerusalén, un amigo y yo hemos decidimos ir a visitar Belén. Nos topamos con un sinfín de peligros: miedo a la policía que podía disparar en cualquier momento y a los puestos de control israelí. Tomamos caminos alternativos y anduvimos por valles y montes. Al acercarnos a la ciudad nuestros corazones cantaban O little town of Bethlehem y entrando en la ciudad cantamos el resto de la canción entre lágrimas y una gran tristeza... «Otra vez te vemos caer» y ser derrumbada y arder. Gritos de niños que lloran, hambrientos y sin casa. Te imploramos, Señor Jesús, mira a tu tierra natal. Eres nuestra única esperanza. ¡Sálvanos! Salva los que están avocados a la muerte. Lo que nos queda es la fe en ti, Jesús, tú que viniste para los pobres y los mal juzgados. Como cristianos y como pueblo que clama en voz alta justicia, os ruego que recéis por la paz en Tierra Santa y por todo nuestro pueblo. Por las víctimas de esta guerra injusta y, sobre todo, por los cristianos de Tierra Santa, que nunca lleguen a ser fieles olvidados. ¡Benditos los factores de la paz!
Samar, Naja y Rosario

De Belén...