PRIMER PLANO

Jennifer, Nikita y Joseph. Testimonios de un cambio
Las vacaciones de una veintena de universitarios californianos en South Lake Tahoe. Cada uno con su historia, a veces de malestar, a veces de indiferencia. Pero en esos días la propuesta concreta de una plenitud de vida les ha hecho florecer. Tres testimonios

Michele Carugno y Tommaso Mauri

Jennifer Sus padres pertenecen a la Iglesia de la Cienciología, una secta que cuenta con muchos seguidores en California, y que sostiene que la salvación del hombre está por entero en sus manos, sujeta a su capacidad de comprensión de la espiritualidad individual. También cree en la reencarnación. Cuando Jennifer conoció el movimiento durante los últimos años de colegio, conmovida por ese amor a toda su persona que sólo había experimentado allí, pidió el bautismo. Después de esta decisión su madre dejó de hablarle durante dos meses, y aun hoy la situación sigue siendo tensa. Para ella es un sufrimiento el rechazo total de sus padres a la experiencia que vive y, sin embargo, es un espectáculo verla participar en todo llena de alegría. Jennifer reconoce con increíble sencillez que el movimiento es el único lugar en el que es amada, valorada, salvada y en donde descubre que ni siquiera el drama que vive en casa es una objeción para vivir plenamente la promesa de la experiencia cristiana.
Nikita A la edad de nueve años llegó a Estados Unidos procedente de Rusia. Nikita es ateo y le encantan las rave party, esas fiestas que duran tres días y tres noches seguidas, y cuyo ritmo solo es posible seguir si te “empastillas” de la mañana a la noche. Estaba en las vacaciones invitado por un amigo de Los Ángeles. Durante los tres primeros días las únicas palabras que salían de su boca eran: hey, cuando te cruzabas con él por el pasillo, y yes, cuando le preguntabas, por ejemplo: «¿Te están gustando las vacaciones?». A menudo estaba solo y participaba en los gestos sin mucho entusiasmo (pero no se perdía ni uno, ni siquiera las misas). El domingo por la tarde, después de terminar los juegos, algunos de nosotros decidimos echar un partido de fútbol. Hicimos dos equipos y empezamos a jugar. En aquel partido Nikita parecía otra persona: corría por las bandas para hacerse con la pelota o iba disparado hacia la meta para meter gol. Al terminar el partido parecía que nunca había estado tan contento. Después de aquel episodio, uno de nosotros notó con sorpresa que durante la misa Nikita estaba cantando el Aleluya. Probablemente no sabía ni lo que cantaba, pero en los días anteriores no había abierto la boca para cantar. La personalidad florece cuando dice “sí” a algo sencillo que se le propone, como un partido de fútbol, porque intuye que es una posibilidad de alegría para su vida.
Joseph Es un chico de veintiún años, gordo, altísimo, criado en una granja en medio de la nada. Estaba allí por primera vez. Durante el año trabaja a tiempo parcial como soldador, y en su puesto de trabajo debe llevar durante todo el día unas pesadísimas botas de acero para evitar que las láminas de acero con las que trabaja le dañen los pies en caso de caída. Por este motivo fue descalzo durante todas las vacaciones (excursiones por las rocas incluidas), pues decía que finalmente podía dar un poco de descanso a sus pies: un personaje increíble. Quizá lo más sorprendente sucedió la última noche, cuando algunos amigos (Margy y Bryan) le pidieron que preparara con ellos la velada final. Joseph nunca había participado en algo así y no sabía ni siquiera lo que había que hacer, pero se mostró enseguida disponible para ayudar. Fue un espectáculo verle contento y divertido mientras participaba en las distintas actuaciones.
Estos son sólo algunos ejemplos. Estos chicos son un gran testimonio del hecho de que nada es una objeción para que el hombre sea feliz. Aunque la realidad familiar sea un desastre, aunque seas ateo (y a los ojos del mundo no tengas nada que ver con la experiencia cristiana), aunque seas uno de los chicos más locos que se han visto, si dices “sí” a esta experiencia aunque sea por un instante, tu persona florece, y lo hace para el mundo entero: Gloria Dei vivens homo.