Magisterio

El hombre y la sociedad a la luz del Evangelio

Presentado el Compendio de la doctrina social de la Iglesia. La existencia del hombre, en la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial. En la base, cuatro puntos cardinales: dignidad de la persona, bien común, subsidiariedad y solidaridad

Andrea Tornielli

Es fruto de cinco años de trabajo, y reúne más de un siglo de enseñanza social de la Iglesia católica. El Compendio de la doctrina social de la Iglesia, publicado por la Santa Sede y presentado el pasado mes de octubre por Renato Raffaele Martino, presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz, presenta «de forma general y sistemática, aunque sintética, la enseñanza social que es fruto de la sabia reflexión del Magisterio y expresión del compromiso constante de la Iglesia en fidelidad a la gracia de la salvación y en amorosa solicitud hacia el destino de la humanidad».

Finalidad principal

En el Compendio se explica en primer lugar la naturaleza de la doctrina social, que «no es un sistema ideológico ni pragmático, destinado a definir y componer las relaciones económicas, políticas y sociales, sino una categoría en sí misma: se trata de la cuidada formulación de los resultados de una atenta reflexión sobre las complejas realidades de la existencia del hombre, en la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial». Su finalidad principal es la de «interpretar tales realidades, examinando su conformidad o disconformidad con las líneas de enseñanza del Evangelio». No un manual de política, por tanto, sino una enseñanza «para guiar la conducta de las personas». La doctrina social de la Iglesia, podemos leer también en el Compendio, tiene una doble tarea: el anuncio «de aquello que la Iglesia posee de propio: una visión global del hombre y de la humanidad, a un nivel no solo teórico, sino práctico» y «una función de denuncia con respecto al pecado de injusticia y de violencia que atraviesa de distintas formas la sociedad y toma cuerpo en ella. Tal denuncia se vuelve juicio y defensa de los derechos desconocidos y violados, especialmente de los derechos de los pobres, de los pequeños y de los débiles».

La raíz de los derechos

En la primera parte del volumen se explica el principio de base de la doctrina social, es decir, «la intangible dignidad de la persona» y la conciencia de que «una sociedad justa puede ser realizada solo en el respeto a la dignidad trascendente de la persona humana». En esta dignidad, explica el Compendio, se encuentra «la raíz de los derechos del hombre». Por tanto, «la fuente última de los derechos humanos no se sitúa en la mera voluntad de los seres humanos, en la realidad del Estado, en los poderes públicos, sino en el hombre mismo y en Dios su Creador», y «el primer derecho es el derecho a la vida, desde la concepción hasta su fin natural, que condiciona el ejercicio de cualquier otro derecho y comporta, en particular, la ilicitud de cualquier forma de aborto provocado y de eutanasia». Además de la dignidad de la persona, los otros tres puntos cardinales de la doctrina social descritos en el texto son el bien común, la subsidiariedad y la solidaridad. Y entre las implicaciones del bien común están los principios del destino universal de los bienes y la opción preferencial por los pobres.

Familia, trabajo

En la segunda parte del Compendio se encuentra un amplio espacio dedicado a los problemas de la familia y del matrimonio, que «no es una creación producto de convenciones humanas, sino que debe su estabilidad al ordenamiento divino», y por tanto «ningún poder puede modificar sus características y su finalidad». Se pasa después al tema del trabajo y de su dignidad, «expresión esencial de la persona» y «superior a cualquier otro factor de producción, en particular con respecto al capital». Se condena la violencia del trabajo infantil «en sus formas intolerables», se reconoce el derecho de huelga y la importancia de los sindicatos «llamados a actuar con formas nuevas» para tutelar «además de las categorías laborales tradicionales», también a «los trabajadores con contratos atípicos» y a los inmigrantes. Hablando de economía, el Compendio explica que tiene «una connotación moral» y que la relación entre moral y economía es necesaria. La doctrina social de la Iglesia valora positivamente el capitalismo si se entiende como «un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y la consecuente responsabilidad por los medios de producción, y de la libre creatividad en el sector de la economía». Pero hace un juicio negativo si por capitalismo se entiende «un sistema en el que la libertad en el sector de la economía no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una dimensión de esta libertad, cuyo centro es ético y religioso».

Pena de muerte,
política, guerra

A la hora de tratar temas más propiamente políticos, el Compendio critica la pena de muerte afirmando que los casos en los que es «absolutamente necesario suprimir al reo son rarísimos, cuando no inexistentes», y señala el «relativismo ético» como la enfermedad de las actuales democracias. Un amplio espacio se dedica también a los problemas de política internacional: «Para resolver los conflictos que surgen entre las distintas comunidades políticas es indispensable hacer referencia a reglas comunes fruto de la negociación, renunciando definitivamente a la idea de buscar la justicia mediante el recurso a la guerra». Después de un capítulo dedicado a la conservación del medio ambiente, el Compendio trata ampliamente el tema de la paz, que «es un valor y un deber universal» y que es «fruto de la justicia y del amor», mientras que «la violencia no constituye jamás una respuesta justa». La Santa Sede condena la guerra de agresión y subraya las «rigurosas condiciones» para el uso de la fuerza. Explicita la crítica a la «guerra preventiva», es decir, a la doctrina de la actual administración norteamericana que inspiró la guerra de Iraq en 2003: «En cuanto a una acción bélica preventiva, lanzada sin pruebas evidentes de que se vaya a desencadenar una agresión, no deja de plantear graves interrogantes en el ámbito moral y jurídico». Clarísima también la condena del terrorismo y de la blasfemia del terrorismo realizado en el nombre de Dios: «Ninguna religión puede tolerar el terrorismo y menos aún predicarlo».
El nuevo texto vaticano representa un instrumento útil y sistemático para acercarse a la enseñanza de la Iglesia sobre cuestiones sociales. El problema, como siempre, es el de hacer eficaces estas enseñanzas. «El Magisterio social puede emanar documentos admirables –comenta Civiltà Cattolica– pero si no existe quien se ocupe de ponerlos en práctica, tales documentos corren el riesgo de terminar en el inmenso cementerio de los archivos, para uso de los futuros historiadores de la Iglesia».
Para el bien social
La opinión de monseñor Grillo, obispo de Civitavecchia-Tarquinia
a cargo de A.T.

«Es una síntesis eficaz de toda la doctrina social de la Iglesia». Girolamo Grillo, obispo de Civitavecchia-Tarquinia y experto en doctrina social, está contento del resultado que han «dado a luz» el Consejo Pontificio Justicia y Paz: «Se trata de un instrumento de gran utilidad que permite por fin, gracias al abultado índice analítico que contiene, encontrar los puntos esenciales de los documentos pontificios en esta materia». Para mons. Grillo la doctrina social de la Iglesia representa una enseñanza de extrema importancia: «Tiene que ver con todos los grandes problemas de la actualidad, con las cuestiones sociales y políticas que afectan incluso a nuestra vida cotidiana». El desafío que representaba la preparación de este texto no era fácil. «No había precedentes en la historia de la Iglesia –afirma el obispo– y no era fácil dar al documento una dimensión unitaria y universal a pesar de las mil facetas y la infinita diversidad en que se declina la realidad social en el mundo. Era necesario además ofrecer una enseñanza que resistiese el paso del tiempo en una fase histórica caracterizada por cambios sociales, económicos y políticos muy rápidos y radicales». El obispo italiano espera que se sirvan del Compendio todos aquellos que tratan de «promover el bien social de las personas y de las sociedades».Monseñor Grillo publicó en 2001, en la editorial Marietti, el libro Initerario di luce. Un secolo di dottrina sociale della Chiesa, en el que el autor presenta la doctrina social de la Iglesia de forma original. La introducción al libro es de don Luigi Giussani.
Tradición
ambrosiana

a cargo de A.T.

“Solidaridad” es una de las palabras más citadas en el Compendio de la doctrina social de la Iglesia, que dedica a este argumento y a sus distintas declinaciones cerca de 88 citas. La solidaridad como valor fundamental de la sociedad fue justamente el tema elegido por el cardenal Dionigi Tettamanzi, arzobispo de Milán, para el discurso dirigido a la ciudadanía la tarde del 6 de diciembre en la basílica de San Ambrosio, vigilia de la fiesta del Patrón ambrosiano. El purpurado, después de haber analizado la situación social milanesa con sus nuevas formas de pobreza y el riesgo de la soledad y del anonimato, recordó cómo el mismo san Ambrosio consideraba la solidaridad como «una obra de justicia» y proponía su redescubrimiento como valor civil. En una ciudad tradicionalmente atenta a las exigencias de los pobres, Tettamanzi sugirió un estilo sobrio en el dar, sin ostentación, y pidió que en el origen de tales actos siempre hubiera «una actitud del corazón» y «la necesidad de establecer relaciones» entre las personas, con lo que retaba a los ciudadanos y a quienes les gobiernan a que «reinventen la tradición solidaria ambrosiana». A propósito de la intervención del Arzobispo, Giorgio Vittadini, presidente de la Fundación para la Subsidiariedad, declaraba: «El problema apremia, y afecta a la solidaridad cotidiana y de todos. Yo veo al pobre y le ayudo enseguida. No me limito a esto, pero mientras le ayudo no le suelto un discurso sobre la justicia social. Un ejemplo de ello es la iniciativa que ha implicado a cuatro millones de voluntarios en toda Italia en la Jornada del Banco de Alimentos. ¿No es acaso significativo que una “empresa” como el Banco de Alimentos, a la que el cardenal Tettamanzi ha apoyado públicamente, haya nacido en Milán?».