sociedad
“Creatividad” financiera
y economía real
¿A qué se ha debido la quiebra de Parmalat? ¿Por
qué hace unos meses corría la misma suerte la industria agroalimentaria
Cirio? ¿Cuáles son las verdaderas dificultades de FIAT,
hace un año al borde de la quiebra? ¿Por qué en torno
al “sistema Italia” brota tanta desconfianza? ¿Es que acaso
se cierne un “oscuro mal” sobre el capitalismo italiano? Intentemos
razonar
sin los inútiles y algo hipócritas “apelativos éticos” sobre
un país que está viendo desaparecer su gran industria, pero que
todavía cuenta con “joyas” empresariales envidiadas en todo
el mundo. Cinco hechos que hay que considerar
Gianluigi Da Rold
Enrico Cuccia (presidente de Mediobanca, recientemente fallecido)
decía
que era un “querer y no poder”. No existe una biografía seria
de este hombre de las finanzas italianas de posguerra, el grand commis que fuera
el tutor de las grandes familias de la burguesía productiva.
El problema que se plantea respecto a la personalidad de Enrico Cuccia es el
de la íntima contradicción del personaje entre una desconfianza
ontológica en el espíritu empresarial de las “grandes familias” italianas
y, al mismo tiempo, una defensa a ultranza de estas mismas familias, convencido
de que un país de economía liberal no podía prescindir de
la presencia de una aristocracia industrial. De ese modo, el centro de las finanzas
que giraba alrededor de Mediobanca se reveló al mismo tiempo como una
garantía estable de un sistema (viejo) y un límite objetivo para
el desarrollo de la economía italiana futura.
La política al servicio
de las finanzas
Los recursos presupuestarios siempre estuvieron preferentemente reservados a
las grandes industrias, en detrimento de la pequeña y mediana empresa,
muy presente en Italia. Con la ampliación de la llamada “financiación
presupuestaria” en el mundo de la empresa y frente al nuevo mercado global,
los límites de una “oligarquía” en el plano financiero
se presentan como un hecho gravísimo. A todo esto habría que añadir
la liquidación de una clase política que, a pesar de sus carencias
financieras y económicas, durante un período histórico tuvo
sentido común y mucho pragmatismo para limitar los daños del capitalismo
de aventura en la Italia de la posguerra.
Los últimos crack financieros de importantes firmas empresariales como
Cirio y Parmalat se explican con las limitaciones de las que hablamos, con las
dificultades de la “guerra económica” en el mundo globalizado
y con el mundo de las finanzas que ha supeditado la política a sus razones.
Un primer hecho que explica esta controvertida situación económica
tiene lugar a lo largo de los años noventa, cuando Italia asume el negativo
ejemplo de los grandes grupos industriales que dirigen su mirada hacia el proceso
presupuestario de las grandes empresas. Según datos de Mediobanca, en
1986 la deuda presupuestaria superaba ampliamente la deuda empresarial: 47% la
industrial frente al 52,8% de la presupuestaria. No se trataba sólo de
un impulso hacia la Bolsa, la adquisición y la especulación presupuestaria.
En Italia los presupuestos generales de Estado determinaron el drenaje y la destrucción
de cotas importantes de ahorro público, con el consiguiente aniquilamiento
del dinamismo de la Bolsa. Los grupos de poder que dominaban la gran empresa
se limitaron a utilizar el mercado con fines lucrativos personales y familiares
además de para ampliar las dimensiones de sus propiedades.
Operaciones insólitas pero reales
El segundo hecho es que se pierde lo que era una sólida cultura de empresa
basada en la valorización del capital humano, la programación,
la producción, la gestión de existencias, la distribución
o el servicio al cliente, dirigiéndose constantemente, en cambio, hacia
un aumento de productividad obtenido a través de una masiva automatización
de los procesos que no siempre garantizan la eficacia de la calidad de los productos.
Pensemos en el enfrentamiento interno de FIAT entre Ghidella y Romiti.
El tercer hecho es el de la pérdida de una profunda cultura bancaria con
respecto a la empresa, mientras que se ha perseguido más la riqueza de
las comisiones financieras, la venta de los llamados derivados de la finanza,
el control político de las empresas y las luchas de los nuevos grupos
financieros de poder.
El cuarto hecho consiste en que se recurriera a todos los aspectos de la llamada
finanza creativa, por la que se asistía a la emisión masiva de
acciones de sociedades privadas de autonomía operativa controlada por
grandes grupos y cuya supervivencia dependía del abastecimiento de los
cabeza de grupo: empresas que cotizaban en el mercado como si fueran sociedades
independientes.
Inversiones de tendencia
El quinto hecho: en la era de la globalización, las finanzas se han vuelto,
junto con la comunicación, cada vez más “creativas”,
tanto como para llegar a ser “una auténtica arma” en la escalada
internacional de los grandes grupos económico-financieros frente a grupos
menos protegidos y con menos poder. Se podrían contar una serie de operaciones
increíbles: desde el back to back (operaciones financieras efectuadas
en un país con garantía real en otro, ndt) al uso del leverage
(operaciones de endeudamiento financiero para incrementar el retorno del capital
invertido, ndt), pasando por la salvaje especulación de los llamados capitales
errantes; desde la inutilidad del rating, a la estructura estafadora de sociedades
ficticias de fondos desviados hacia inversiones en paraísos fiscales (en
las Islas Caimán hay 4.000), sin que existan controles internacionales
adecuados y una vigilancia más rigurosa de los estados, cada vez más
impotentes.
Marco Vitale decía: «En la base de estos perversos comportamientos
se encuentra una deletérea concepción de empresa y de economía
empresarial, la llamada teoría de la creación del valor para los
accionistas, ideada precisamente por la banca inversionista». Romper esta
tendencia es el primer paso para salir de una posible catástrofe.