Polémica Pio XII y los niños judíos

El historiador, los hechos y esa frase que falta
La polémica suscitada por el historiador Melloni en el Corriere della Sera sobre el presunto antisemitismo de Pío XII a causa de la restitución de los niños judíos, utiliza un documento que se ha revelado incompleto

Alberto Savorana

La noticia es estridente y clamorosa, más aún teniendo en cuenta que el que la ha publicado en la primera página del principal diario italiano ha sido un historiador de la Iglesia, el profesor Alberto Melloni, candidato a la sucesión de Giuseppe Alberigo en el Instituto de Ciencias religiosas de Bolonia, que sigue siendo un baluarte de los seguidores de Dossetti. Es una noticia que ha dado lugar a una larga polémica sobre el presunto antisemitismo del Papa Pacelli, y sobre la presunta actitud distinta que habría tenido en cambio el entonces nuncio en París Angelo Roncalli (el futuro Juan XXIII) y que se ha transformado en un encendido debate sobre Iglesia y Shoah.
« Pío XII ordenó no devolver a los niños judíos». Este es el titular que ofrecía el pasado 28 de diciembre el Corriere della Sera presentando el artículo de Melloni, que hacía referencia a un documento «datado el 20 de octubre de 1946» y «transmitido por el Santo Oficio al nuncio apostólico Angelo Roncalli» y que contenía las instrucciones para hacer frente a las peticiones de entrega de niños judíos salvados por la Iglesia y reclamados ahora por las familias o por instituciones judías. A pesar de las órdenes de la Iglesia de no bautizar a estos niños, en Francia, en algunos casos (bastante raros en verdad) el sacramento se les había administrado en los conventos en donde habían encontrado refugio.

Algo que no cuadra

La nota publicada por Melloni (cuyo original no se reproduce porque, evidentemente, el estudioso no estaba en posesión de él) está escrita en francés, lengua que ciertamente no era utilizada para las comunicaciones de la Secretaría de Estado en donde todos los trabajadores eran italianos con el nuncio apostólico en París Roncalli, también él italiano. Durante los dos primeros días el documento ha sido considerado sustancialmente válido, y a pesar de que el objeto del mismo no fuesen tanto las peticiones de las familias de los niños como las de no bien especificadas organizaciones judías, que tras la guerra solicitaban a la Iglesia la entrega de los huérfanos judíos salvados, la idea que se desprendía es que en Roma, en el Santo Oficio del «malvado» Papa Pacelli se ordenaba no devolver a los pequeños a sus padres.
Pero las cosas son bien distintas. En la primera semana de enero, Andrea Tornielli ha reconstruido en Il Giornale en primer lugar el contexto del asunto, y ha publicado, gracias a las investigaciones del profesor Matteo Luigi Napoletano, el texto íntegro del despacho que contenía las verdaderas órdenes de Roma al nuncio Roncalli. Una primera sorpresa: en este nuevo texto, inédito, y conservado en el «Centre National des Archives de l’Église de France», en el Archivo de la Secretaría del episcopado francés, posición «7 CE 131», no aparece la frase más disputada del texto francés, aquella en la que se lee: «Si los niños han sido confiados (a la Iglesia) por sus padres y si los padres los reclaman ahora, podrán ser restituidos, siempre que esos niños no hayan recibido el Bautismo». Sí podemos leer, por el contrario: «Sería muy distinto si los niños fuesen reclamados por sus parientes». Por lo tanto, siendo fieles a las verdaderas órdenes de Roma para el nuncio y no a la nota que la misma nunciatura debía haber preparado en francés, el asunto tratado era solo la respuesta a dar en el caso de los niños que habían quedado huérfanos y que eran reclamados no por sus parientes, sino por organizaciones que justamente en aquel periodo trabajaban para la fundación de un nuevo Estado judío en Israel. El primer documento, que contiene órdenes definidas por Melloni como «horrorosas», hay que leerlo a la luz del segundo, el que contiene las instrucciones originales del Santo Oficio.

Tono displicente
Una prueba directa de la verdadera actitud de Pío XII ante estos asuntos la proporciona el único caso en Italia que produjo alguna dificultad. Se trata de una mujer judía que había sido salvada en un convento romano y que había pedido libremente el Bautismo para ella y para sus dos hijos. Al final de la guerra se había arrepentido, y después de permanecer desaparecida durante dos años, en 1947 se había presentado en el convento junto a dos funcionarios de un orfanato judío pidiendo a las monjas que le devolviesen a sus hijos. La decisión fue tomada personalmente por Pío XII en un solo día: a pesar de que los niños habían sido bautizados por voluntad de su madre, el Papa hizo que le fueran restituidos inmediatamente.
Puesto en evidencia, el historiador boloñés no ha querido reconocer que ha puesto ante los lectores del Corriere un texto incompleto, con fechas poco fiables, fuera de contexto y sobre todo cuyo significado es muy distinto del que él ha querido hacer creer en un intento de atacar a Pío XII para exaltar a su sucesor Juan XXIII. En su réplica, con tono a menudo displicente, Melloni ha llegado a definir las observaciones críticas que se le han hecho sobre la base de los nuevos documentos como «artículos dignos del Museo de los esfuerzos inútiles» y ha tachado como «odiosos privilegios de acceso a los documentos» el trabajo de los que han tratado de reconstruir la realidad histórica del evento.

Qué hay detrás

Lo más tremendo del tema no ha sido la ligereza y la rapidez del historiador por lanzar su primicia, sino la falta de humildad para reconocer que los documentos de Il Giornale cambiaban los términos de la polémica. El texto con las instrucciones vaticanas a Roncalli, firmado por el «ministro de Exteriores» Domenico Tardini (por entonces estrechísimo colaborador junto a monseñor Montini del Papa Pacelli), fue reproducido por varios periódicos y por las agencias, pero ignorado por Melloni y por el mismo Corriere durante dos días.
En un comentario publicado en la primera página del diario católico Avvenire, el historiador Andrea Riccardi se pregunta qué hay detrás de este asunto, observando que «las urgencias son de otro tipo, pero seguramente no se inscriben en el ámbito de la historiografía». Detrás hay, ciertamente, una sorprendente ligereza por parte de un catedrático que sin controlar sus fuentes ha «disparado» una noticia que se ha revelado después muy distinta de cómo él la había entendido y conocido.