El
efecto Chernobyl
La
luna de
Calígula
a
cargo de Paola Bergamini
Entrevista a Franco Branciaroli
Interpretaste el Calígula de Camus hace más de veinte años.
También protagonizaste la versión televisiva de Luigi Squarzina. ¿Por
qué ponerlo de nuevo en escena hoy? ¿Cuál es su actualidad?
Premisa: cualquier libro bueno, cualquier buen drama es siempre actual. Camus
escudriña la tragedia de la existencia, explora lo inefable. Porque lo
imposible tiene que ver con nosotros. El absurdo nace de este hecho: puesto que
la metafísica ha perdido su sentido, lo único que permanece es
el tiempo. La verdadera libertad es la del condenado a muerte al que nada interesa,
pues es consciente de su propio destino. Pero Calígula está en
una situación particular: tiene el poder absoluto, su palabra se refleja
en una acción inmediata sobre todos. Expresa su poder “liberando”,
es decir, matando.
Un loco homicida que intenta frenéticamente realizar su propio deseo de
felicidad. Pero...
Pero él, que espera liberarse de todo vínculo, de todo sentimiento,
se da cuenta de que no se puede estar solo. «Por todas partes nos acompaña
el mismo peso del futuro y del pasado» de forma grotesca. Y, al mismo tiempo,
nada perdura, ni siquiera su amor por Drusila - la hermana / amante muerta -,
que deja espacio únicamente a una ausencia. Un vacío que, se me
ocurre, sólo puede llenar el Cristianismo. Hace falta Cristo para resolver
esta existencia nihilista. Calígula, herido de muerte por los conjurados,
dice: «Estoy vivo todavía». Y en este momento se cierra el
drama de Camus, que en una primera representación hacía decir al
protagonista, dirigiéndose a los espectadores: «Estoy en ti, en
ti y en ti...». Condenado a vivir un destino inmutable. La única
cuestión filosófica seria es la del suicidio o... el Cristianismo.