Cesena Recuerdo de Paola Piraccini
Como la proa de un barco
El encuentro con el movimiento en 1962 le cambió la vida y su gran pasión
fue la educación. Participó en el nacimiento de AVSI y del colegio
de la Fundación Sacro Cuore, del que sería directora
Fabrizio Foschi
«Ardiente en la fe, fuerte en la esperanza y grande en la caridad:
tu figura dio
luz y coherencia a la nuestra». Con estas palabras consignadas por don
Giussani, don Pino comenzaba la homilía en el funeral del Paola Piraccini,
fallecida la madrugada del Sábado Santo tras una larga enfermedad contra
la que había luchado con tenacidad y que sólo al final consiguió postrarla.
Don Pino continuó diciendo: «Estamos seguros de que en este momento
tú, Paola, estás contemplando definitivamente la belleza de ese
Rostro con el que te encontraste hace tantos años, en 1962, y que te fascinó a
través de una humanidad distinta. No se trataba de un conjunto de valores,
ni de un esfuerzo ético, sino de la belleza de un encuentro: la belleza
de un encuentro humano». Toda la gente que atestaba ese día la catedral
de Cesena para dar el último adiós a Paola, el Obispo que presidía
la ceremonia, sacerdotes, autoridades, familiares, amigos, niños de la
escuela que fundara, conocidos, antiguos compañeros, el pueblo cristiano
y el no cristiano de la ciudad, todos los que aquel día sentían
que no podían estar en otro lugar, podían reconocer, aun inconscientemente,
la verdad de esas palabras. Paola encontró el movimiento en 1962, tras
años de militancia en la Acción Católica, y se convirtió en
el alma mater de Cesena, primero como presidenta de Giuventù Studentesca
y después como responsable de los adultos, junto al padre Ezio. Como promotora
de obras, colaboró en el nacimiento de AVSI y más tarde de las
escuelas de la Fundación Sacro Cuore, de la que sería directora.
Al principio expresó su deseo de irse de misiones, solicitándolo
y movilizándose en esa dirección, pero más tarde, por obediencia,
dirigió su energía y su capacidad hacia su otra gran pasión:
el ideal educativo, primero como profesora y después como directora. Vivía
enteramente para el movimiento: lo conocía como la palma de su mano, tenía
de él una percepción física y existencial. Vibraba con sus
mismas vibraciones. Cuando llegaban los avisos del Centro o la revista Huellas,
o cuando regresaba de una asamblea de responsables, se animaba, se encendía
y se ponía en acción. Y nos arrastraba, unas veces con su estilo “directo” y
otras con la paciencia de quien se hace cargo de todo. Siempre un paso por delante
de nosotros. Decía que el movimiento se hacía así, y juntaba
ambas manos como si fueran la proa de un barco y las movía hacia delante.
Su devoción se convirtió en una forma permanente de vida en la
compañía de los Memores Domini y en la casa del grupo adulto buscaba
todos los días la memoria de Cristo. Nos lo recordaron las palabras de
Cesana en los Ejercicios de la Fraternidad. Ahora somos nosotros los que estamos
en el barco, con el viento de frente. Intercede por nosotros, Paola.