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Vacaciones

Ese anticipo del paraíso en la tierra

«La realidad es la primera provocación que despierta en nosotros el sentido religioso». En las palabras de don Giussani tomadas de sus escritos la montaña es imagen del camino del hombre y profecía de la promesa cristiana de plenitud

Es como dar el último paso de la ascensión a un monte y, de repente, ver abrirse delante el panorama que se disfruta desde la cima: como improviso es el panorama desde la cumbre, así improvisa es la gracia.
(Litterae Communionis, n. 4 - 1990, p. VIII)

«El mundo que a vida despierta» está en nuestra conciencia. Esta conciencia sólo puede ser suscitada por algo distinto de nosotros, diferente. Y al mismo tiempo, es el mundo lo que despierta nuestra conciencia. Al mirar las montañas nuestra conciencia se despierta, aunque adquieran a su vez consistencia y significado por ella.
(El Ángelus, Cuaderno n. 6 de Litterae Communionis, 1995)

Lo que Él decía hacía respirar y levantar la cabeza, daba esperanza, abría, desplegaba ante los ojos el porqué del vivir, hacía comprender que incluso en las contradicciones, la fatiga y el dolor, el hombre tiene una meta; al igual que cuando sube a una montaña, se araña las manos, se fatiga, suda y tiene sed, se esfuerza con una tensión continua, pero tiene una meta hacia la que caminar.
(30Giorni, n. 2 febrero 1996, p. 38)

La opción de ir de vacaciones a la montaña no es casual (en los primeros años optamos por ir a la montaña porque el ambiente de playa distrae más). El ambiente salubre, la belleza imponente de la naturaleza, favorecen siempre la pregunta sobre el ser, el orden y la bondad de lo real, puesto que la realidad es la primera provocación que despierta en nosotros el sentido religioso. Con la disciplina necesaria, que siempre hemos cuidado rigurosamente (la disciplina es como el cauce de un río: por ello, el agua corre más rápida, pura y limpia; la disciplina es necesaria cuanto más se reconoce un sentido para todo lo que se hace), las vacaciones en la montaña se proponían a las personas como una profecía, aunque sea fugaz, del cumplimiento de la promesa cristiana, como un breve anticipo del paraíso: todo detalle debía concretar esa promesa y realizar ese anticipo.
(El acontecimiento cristiano, BUR 1993, pp. 45-46)

Si quieres llegar a la cima de una montaña, pero te asalta el desánimo ante la subida por una pedrera, sólo la ilusión de ver surgir el alba desde la cumbre, te alienta a seguir adelante... Análogamente, tenemos que llegar a ser personas por las que el ideal cobra consistencia estable, de tal manera que la memoria espolee nuestro corazón cada vez más. La memoria, con el tiempo, vuelve familiar el ideal, lo convierte en reclamo y compañía continuos, incrementa el gusto por él.
(Realidad y deseo: el desafío, Cuaderno n. 1 de Litterae Communionis 1995, p. 9)

Vamos a la montaña. Es una escalada que no hemos hecho antes. Hay un guía que nos dice: «Ahora arrimaos a la pared y no miréis hacia atrás. Tened cuidado, porque hay que dar un paso más largo. Ánimo, no hay ningún peligro. Luego seguiremos por un camino más fácil». Y uno lo hace; se adhiere a lo que dice el guía: esto es obediencia. Si hacemos una escalada nueva en la montaña, subiremos bien obedeciendo al guía. El guía es alguien que ya ha hecho esa escalada o alguien que entiende. Cuántas cosas en la vida…
(Si può veramente vivere cosí?, BUR 1996, p. 214)

Ayudémonos a clarificarnos, puesto que algo se puede presentir, intuir, incluso entender sumariamente y no resultar todavía claro. En cambio, cuanto más claro esté, más será algo permanente, como memoria, como posibilidad de fidelidad, de seguimiento. Si una cosa está clara, queda en la mente y sabemos mejor qué debemos seguir. Ayudémonos, por tanto, a clarificar lo que de alguna manera ya hemos entendido, presentido o intuido, porque también la verdad es como un hermoso paisaje que se ve desde una alta montaña: se puede uno aproximar; caminando más o menos despacio, más o menos fatigosamente, pero puede aproximarse. La diferencia estriba en… pero incluso para la montaña es igual: ¡nunca se acaba uno de aproximar! Si algo es verdadero, es infinito.
(Si può veramente vivere cosí?, BUR 1996, p. 352)

Y ¿cómo puede una montaña ser así? El Monviso resalta entre los otros picos más pequeños, y en el perfil de las montañas aparece alto, más grande, más grande... Y detrás de la Jungfrau suiza, aún se veía el Monte Rosa. Nos resulta enigmático. Si todo estuviese claro, sería como si pudieras tomarlo con la mano. Resultan cosas veladas; a este velo del ser se le llama Misterio.
Hay un error en los orígenes mismos de la cultura moderna: el hombre medida de las cosas. Si hay en el mundo una falsedad, una mentira, es ésta; porque el hombre convertido en medida de las cosas elimina la oscuridad que es el fondo misterioso del que nace la cima del Monviso. Al verla desde lejos, se entiende que debajo está todo nebuloso, es enigmático. Por debajo de la montaña están las raíces rocosas escondidas por la distancia, las masas pétreas difuminadas por la niebla, y sólo aparece esta cumbre fantástica, que se ve desde 300 ó 400 kilómetros, cuando se llega en avión desde España, o bien al mirarla desde el seminario de Venegono. Así uno cae en la cuenta de que no posee ni la persona que ama ni lo que tiene delante, no posee el acontecimiento que entra en su vida, no puede esperar poseerlo porque no lo hace él, porque su vida es breve y más breve aún es la medida de sus fuerzas. Entonces puede abandonarse al que lo crea todo, al que hace el Monviso, al Misterio del que surgen los Alpes, al Misterio del que nazco yo. Si algo no es tuyo, puedes abandonarte seguro y confiado.
(Si può veramente vivere cosí?, BUR 1996, p. 408-10)

Es como subir al monte Pana desde Selva de Val Gardena, mirando a las montañas o escrutando la tierra en busca de fósiles: es el mismo gesto de curiosidad positiva, de búsqueda, de admiración por la naturaleza y de asombro por la belleza. La realidad es camino y empieza a convertirse en compañía. Si además estás allí con dos o tres amigos con los que te entiendes de verdad, todo participa de esa compañía: cuando se está junto a dos o tres amigos leales, afectuosamente unidos, incluso la naturaleza participa de esa unidad. (...) Si no tienes el sentido del fin, si niegas que hay un objetivo, eres negativo: la naturaleza es gélida e impertérrita. Si salieras de Selva rumbo al monte Pana angustiado porque te han dicho que tu madre, que está en un albergue allí arriba, ha sufrido un ictus, subes con tal ansiedad que ni siquiera te das cuenta del espectáculo que te rodea, las montañas de la Val Longa o el Sassolungo.
(Vivendo nella carne, BUR 1998, pp. 86-87)