Fraternidad 20 años

Milán, 22 febrero de 2002
Queridos amigos,
la carta que el Santo Padre me ha enviado con ocasión del XX aniversario del reconocimiento pontificio de la Fraternidad es el gesto más decisivo de nuestra historia.

Agradecidos por este signo de profunda paternidad de Juan Pablo II, se nos ayuda con autoridad a reconocer la única línea que nuestra historia ha seguido. «El movimiento - nos ha escrito el Santo Padre - ha querido y quiere indicar no ya un camino sino el camino para llegar a la solución de este drama existencial» del hombre que jamás deja de buscar. «El camino... es Cristo. Él es el Camino, la Verdad y la Vida, que alcanza a la persona en su existencia cotidiana». Por eso ahora se abre para nosotros un nuevo inicio: demostrar, volver a demostrar la verdad evidente de lo que, siguiendo la Tradición de la Iglesia, hemos afirmado siempre. Como nos ha escrito el Santo Padre: «El cristianismo, antes que ser un conjunto de doctrinas o de reglas para la salvación, es, pues, el “acontecimiento” de un encuentro».

Tradición presente
Aunque pueda parecer banal, creo que es útil hacer una comparación entre la carta que el Santo Padre ha enviado con motivo del vigésimo aniversario de vuestro “reconocimiento” y los documentos análogos de los últimos años. Es más, podemos observar que veinte años no es un término habitual de felicitación en la Santa Sede (la norma es a los 25 y 50). El contenido revela un análisis profundo, una motivación detallada y calurosa de su bondad y una aprobación no genérica de la génesis y de los contenidos.
Tampoco se puede infravalorar la mención, en el preámbulo, de toda la actividad inicial que don Luigi promovió desde 1954.
En especial, quiero destacar la alusión del texto a la integración de CL en la tradición, puesto que es algo muy diferente de una brillante novedad de fórmulas y de aspiraciones. Tal vez, precisamente este carácter esencial y su arraigo en las raíces más antiguas y más genuinas de la Iglesia Católica constituyen el título de honor y de gloria cristiana del movimiento.
Es un documento que invita a meditar mucho y que procura al mundo de CL una gran alegría espiritual.
Gracias por habérmelo dado a conocer.
Giulio Andreotti

Identificarnos con Cristo
Querido don Giussani: Te escribo dos líneas para felicitarte por la preciosa carta que te ha dirigido el Santo Padre con motivo del XX aniversario del reconocimiento de la Fraternidad de Comunión y Liberación.
Pienso que esta carta te llega después de años de sufrimiento y lucha en contra del enemigo común. Calumnias, incomprensiones, amigos que traicionan... pero he aquí nuestra verdadera gloria: «Identificarnos con Cristo Crucificado».
Todavía recuerdo aquella vez que comimos en Milán con tus más estrechos colaboradores. Me quedé impresionado por tu bondad, humildad y amor hacia mí que no lo merezco. Espero poder volver a Milán para verte de nuevo y alentarnos mutuamente en Cristo.
Reza a la Virgen para que interceda por mí que soy un pecador.
Kiko Argüello
Fundador del movimiento de los Neocatecumenales

El camino
Me parece que el pasaje clave del mensaje enviado a monseñor Giussani con motivo del vigésimo aniversario del reconocimiento pontificio de la Fraternidad de Comunión y Liberación es el reconocimiento del empeño de CL por ponerse a la escucha de las necesidades del hombre de hoy. Giussani ha comprendido que el hombre (tanto en el dolor como en la alegría) nunca deja de buscar. Pero no cae en el relativismo de cierta teología y llega a una conclusión que lo pone en comunión con Karol Wojtyla: la única respuesta que puede satisfacer al hombre en esta búsqueda le viene del encuentro con Cristo. Por eso CL, reconoce el Pontífice, no quiere indicar un camino cualquiera, sino precisamente ese camino que ambiciona llegar a la solución del drama existencial del hombre en perenne búsqueda. La fe para Giussani no es, en efecto, un discurso abstracto y menos aún un vago sentimiento religioso. El Papa aprecia de Giussani sobre todo un aspecto: en vez de ofrecer cosas “nuevas” y “de moda”, pretende establecer un diálogo entre la tradición e historia de la Iglesia, y los hombres de nuestro tiempo. El Evangelio se predica de manera que hable e interpele a la humanidad, pero no se tergiversa con lecturas políticas como la que ofrece la Teología de la Liberación.
Pierluigi Battista
editorialista de La Stampa

Mirada abierta
Me imagino la alegría que habrá procurado un mensaje tan limpio, fuerte y amable. No me permito comentarlo. Tal vez puedo decir una palabra en nombre de alguien que, durante veinte años, se ha encontrado a menudo con los “del encuentro”. Siempre me ha parecido sorprendente que quienes vivían un acontecimiento en última instancia tan exclusivo, tuvieran, sin embargo, una mirada abierta a los demás y estuvieran dispuestos a pensar que quien busca, en cierto modo, ya ha hallado. Una fe manifiestamente poco inclinada a compromisos con el lenguaje común, poco dispuesta a dejarse llevar por la ética corriente y consensuada y que, sin embargo, sonríe al mundo. En las obras que Comunión y Liberación ha creado en el ámbito social y político resuena el eco de este núcleo espiritual. Quien tiene oídos para oír lo oye y no se sorprende de que ese eco resuene con frecuencia en lugares y con interlocutores aparentemente tan dispares e inusuales; está claro que quien ha hallado (¡y esto es también un deseo!) sigue buscando y es capaz, dialogando, de sorprenderse y de sorprender todos los días.
Pierluigi Bersani
responsable de las Políticas económicas de DS (Partido de los Demócratas de Izquierdas)

En misión
«El hombre jamás deja de buscar: tanto cuando se ve afectado por el drama de la violencia, o marcado por la soledad y el sinsentido, como cuando vive en la serenidad y la alegría, sigue buscando. La única respuesta que puede saciarle apaciguando su búsqueda le viene del encuentro con Aquél que es la fuente de su ser y de su obrar».
Permitidme empezar con esta frase, que describe muy bien el anhelo del cristiano llamado a buscar no un camino sino el camino, el acontecimiento que ha trastocado el mundo, dándole la vuelta a la lógica del poder, del dinero, para privilegiar al pobre, a los puros de espíritu, a los últimos. Para el creyente es una búsqueda sin descanso. Creo que en esta clave hay que leer la experiencia de don Giussani: una continua búsqueda, con los jóvenes y para los jóvenes.
El mensaje del Santo Padre a la Fraternidad de Comunión y Liberación es una invitación a seguir este compromiso y este camino; a estar, con la Iglesia y por la Iglesia, cercano al hombre de hoy, allí donde vive y trabaja. «Id por todo el mundo - dice el Papa -, cooperad con conciencia constante en la misión de las diócesis y de las parroquias, dilatando valientemente la acción misionera hasta los confines del mundo».
Este es también el terreno de la colaboración entre las diferentes realidades de la Iglesia: comunidades, movimientos y asociaciones que pueden hallar aquí un estímulo para renovar el diálogo entre ellos. Creo que durante los últimos años el deseo de comunión entre las diferentes agregaciones de la Iglesia ha crecido; ha crecido la estima recíproca, la voluntad y la exigencia de conocerse y caminar juntos, respetando las diferencias. Es un motivo de confianza al comienzo de este milenio; es una responsabilidad nueva a la que se nos llama con fuerza.
Paola Bignardi
presidenta de Acción Católica Italiana

Mis amigos
Para mí el encuentro con CL fue desde el principio un encuentro entre adultos. Y fue enseguida el encuentro con una persona de tal fuerza que no es difícil declararlo como un “acontecimiento”. Esta persona fue Giovanni Testori. Pero especial y casi destinado fue el segundo encuentro que “tuve” que vivir, el que tuve con don Giussani, al cual Testori me presentó. Desde que conocí a don Giussani tuve la evidencia de haber perdido mucho al haber conocido el movimiento sólo cuando ya era adulto. Pero sabemos que lo importante cuando se encuentra el propio destino es gozar, sin recriminar nada. La amistad, esto es, la amistad que se hace libre en la Compañía y la Compañía que te recuerda siempre la amistad. Mis amigos de la Fraternidad fueron y son: Emanuele Banterle y Gianmaria Bandera y el sobrino de Testori... Frangi y Cesana y Vittadini e Intiglietta y Bonacina con sus mujeres y sus hijos e hijas y... Cristo.
Franco Branciaroli
actor

Sugerente y convincente
He conocido personalmente durante estos años a varios miembros del movimiento de Comunión y Liberación y he podido reconocer el rostro de Cristo a través de los mil rostros de jóvenes entusiastas que han animado el Meeting de Rímini y las Jornadas Mundiales de la Juventud.
He podido comprobar la profunda verdad de las palabras del Santo Padre cuando afirma que la originalidad del movimiento «constituye un poderoso sostén, un reclamo sugerente y convincente para vivir plenamente con inteligencia y creatividad la experiencia cristiana». A mi más sincera felicitación por este bellísimo aniversario añado que la estima y el afecto recíprocos son signos de la unidad en Cristo y un evidente don del Espiritu Santo.
Giuseppe Corigliano
Director de la Oficina de Información de la Prelatura del Opus Dei en Roma

La aventura del conocimiento
Lo que llama la atención en la carta del Papa a don Giussani es que señala su capacidad de escuchar las necesidades del hombre de hoy. El fundador de Comunión y Liberación ha sido y es un extraordinario buscador, por caminos difíciles y a veces imposibles. Ha iluminado el camino de quienes han recibido el don de la fe, pero también ha hecho menos oscuro, con su ejemplo de vida y su palabra, el camino, incierto y doloroso, de muchos laicos, entre los cuales me encuentro. Lamento no haber participado en los encuentros de GS en sus primeros años, de haberlos mirado con sospecha e incluso con irritación. Pero tengo la suerte de haber vuelto a ver a muchos de esos participantes madrugadores y silenciosos y de haber recibido de ellos afecto, consejos y cuidados. Gracias, don Giussani, también de parte de quien no pertenece a su grey. Hay que saber escuchar, pero también comunicar lo que se aprende y se experimenta. De lo contrario, la aventura del conocimiento producirá tal vez emociones intelectuales, pero pocos frutos espirituales y sociales.
Ferruccio De Bortoli
director del Corriere della Sera

Divina desenvoltura
Monseñor Giussani puede estar especialmente satisfecho por la especial bendición apostólica que Juan Pablo II ha impartido a la Fraternidad que Giussani empezó en 1954. No sólo por motivos que se explican por sí mismos. También por otra razón. El Papa reconoce en el carisma particular de Comunión y Liberación una capacidad de alimentar la «vivaz misión de la Iglesia» incluso en el ámbito controvertido de la política, «en el cual resulta arduo servir fielmente a la causa del bien común».
Hoy se habla mucho de sociedad civil, concepto que se sitúa entre la economía, la sociología y la historia. Si algo ha conseguido monseñor Luigi Giussani es precisamente esto: irrumpir con una certeza de fe aventurera, de encuentro personal con Cristo concebido como acontecimiento y no como genérica inclinación a creer, en esos ámbitos del mundo secular en los que la Fraternidad ha dejado el signo de su actuación. Con coraje, despreciando el peligro, con eso que a mí, laico y ateo, me ha parecido siempre una divina desenvoltura, una capacidad inspirada para estar dentro de las contradicciones del mundo.
Giuliano Ferrara
Director del diario Il foglio Quotidiano

Encuentro existencial
El pontificado de Juan Pablo II es uno de los más grandes de la historia de la Iglesia. En muchos aspectos la obra de don Giussani lo ha prefigurado. El mensaje del pontificado del Santo Padre y, ciertamente, toda su vida, ha sido una peregrinación hacia el encuentro con Cristo, la Verdadera Presencia, el Verdadero Dios, el verdadero hombre, el centro real de la existencia humana. Como dice con gratitud el mismo Santo Padre, el movimiento de Comunión y Liberación acompaña a todos hacia un encuentro personal con Cristo, contenido y consistencia de nuestra vida. El movimiento ha dado concreción al mensaje del Papa León XIII acerca de la dignidad del trabajo, el cual participa íntimamente en la obra redentora de Cristo, puesto que nuestro Señor hizo la obra del Padre trabajando en la carpintería de san José y luego llamando a sus discípulos para que le siguieran.
David Forte
profesor de Derecho en la Cleveland State University

Carga exuberante
Veinte años de “oficialidad”, ¿hasta qué punto han marcado Comunión y Liberación? Sería difícil responder si no fuera porque los festeja - para gran alegría nuestra - el mismo Papa, del cual en 1982 llegó el reconocimiento a la Fraternidad de CL. Se trata, en efecto, de un pontífice que desde siempre ha sido capaz de expresar el primado de la fe respecto a la dimensión institucional de la Iglesia. Un hombre como Karol Wojtyla no podía ciertamente temer las excentricidades y la carga exuberante de un movimiento que la jerarquía eclesiástica ha mirado algunas veces con sospecha. Os ha acompañado hasta la edad adulta, tal vez ha vencido cierta tentación de autosuficiencia, tomando de la Iglesia una visión tradicionalista y a la vez capaz de dejarse desestabilizar por la referencia a Cristo que implica una búsqueda continua de las propias raíces y un reconocimiento serio de las propias carencias.
La sintonía especial que existe entre Juan Pablo II y el movimiento fundado por don Luigi Giussani espera ahora la verificación de una nueva estación, las incógnitas de una segunda fase. Pero en el fondo, la carta que habéis recibido del viejo Papa bajo cuya guía habéis crecido, contiene la indicación: seguid siendo jóvenes, permaneced abiertos a los interrogantes del presente. No es fácil, pero ahí se encuentra el significado de estar juntos.
Gad Lerner
periodista de la televisión privada La 7

El acontecimiento por excelencia
Como representante de otra realidad eclesial carismática, me uno a la alegría de monseñor Giussani en el vigésimo aniversario del reconocimiento de la Fraternidad de Comunión y Liberación. Sé realmente lo que significa para un fundador una palabra del Santo Padre, de este Santo Padre Juan Pablo II, que pasará a la historia también por haber comprendido, sostenido, bendecido y aprobado los nuevos movimientos y comunidades eclesiales. Al mismo tiempo alabo a Dios por el carisma que ha donado a monseñor Giussani y, por él, a todos los hijos e hijas que le siguen en el mundo. Es un don sublime, todo concentrado, me parece, en el acontecimiento por excelencia que él ha experimentado primero: el encuentro personal con Jesús, fuente de vida espiritual intensa y de tanta vida maravillosa y obras concretas. Alabanza al Espíritu Santo que no deja de adornar a la Iglesia preparándola, de siglo en siglo, para afrontar los desafíos de cada momento y procurarle la victoria.
Chiara Lubich
Fundadora del movimiento de los Focolares

Hermanos de la Fraternidad
Participamos con sentimientos de fraternal amistad en la alegría de la Fraternidad de Comunión y Liberación en la celebración del vigésimo aniversario del reconocimiento Pontificio, todavía más significativa por la espléndida carta del Santo Padre Juan Pablo II a monseñor Luigi Giussani. «El hombre nunca deja de buscar». Esta afirmación del Santo Padre nos trae a la mente las conversaciones vespertinas con nuestro fundador y padre en la fe, el Padre Dídimo Mantiero. Su camino era el camino de la Verdad y pasaba a través de la caridad de su persona. Cuando el Padre Dídimo murió, permanecimos fieles a su carisma, pero reconocimos en monseñor Giussani, en su intuición del “encuentro” y en su humildad, en la invitación a ser como mendigos ante el Misterio, en sus libros y sus discípulos, la ayuda de un vigor renovado en la meditación cultural de la fe.
La “Dieci”, el Ayuntamiento de los Jóvenes y la Escuela de Cultura Católica son hijos del carisma del Padre Dídimo, pero don Giussani es también nuestro. Y nosotros, hermanos de la Fraternidad porque caminamos con el mismo Cristo, el del primer capítulo de san Juan.
Sergio Martinelli y Giovanni Scalco
movimiento de la “Dieci”

Compañía y compasión
Con viva admiración me uno a vuestra alegría en el vigésimo aniversario del reconocimiento pontificio de la Fraternidad de Comunión y Liberación. He leído con atención el mensaje de felicitación que os ha enviado el Santo Padre Juan Pablo II y su urgente invitación a cultivar, con todas vuestras fuerzas, la experiencia personal y comunitaria de encuentro con Jesús vivo. En una época que espera signos de redención - incapaz de hacer memoria del “acontecimiento” de Cristo - en un tiempo “manchado” por la infidelidad a la eterna presencia de Cristo en la historia, hay una humanidad que espera ser “lavada” y “regenerada” por su compasión, que anhela ser introducida en el misterio de su presencia operante, la única que da esperanza. Tenemos necesidad de sembrar, con creatividad, la compasión de Jesús: ¡sólo quien compadece, sabe comprender al hombre y la historia! «Comprender al hombre» significa ser capaces - y se paga con la muerte - de “abrazarle” a partir de lo que “todavía no es”, a la manera de Jesús, el compasivo. Que la Fraternidad de Comunión y Liberación goce de la intimidad con el corazón de Jesús, para oír y sentir las razones del amor insatisfecho que existe en el corazón de nuestro prójimo. Que el Espíritu Santo Paráclito infunda sobre vosotros el consuelo divino, para que podáis ayudar al mundo a vencer cualquier tipo de soledad, que atenta contra la compañía de nuestro Señor Jesús. Muchísimas felicidades.
Salvatore Martínez
Coordinador nacional de la Renovación Carismática

Gratuidad
La carta de Juan Pablo II a monseñor Luigi Giussani es un gesto muy personal, que expresa un gran afecto hacia una realidad relevante en la Iglesia de nuestro tiempo. Es el punto de llegada de un camino emprendido por Juan Pablo II cuando, desde el comienzo de su pontificado, quiso encontrarse de forma personal con los cristianos en los nuevos caminos que recorrían: «La fuerza del Espíritu de Cristo - ha escrito a don Giussani - no deja nunca de superar, casi de romper, los esquemas y las formas sedimentadas en la vida precedente, para urgir a inéditas modalidades expresivas». Con este espíritu, el Papa ha conocido a Comunión y Liberación y ha seguido su historia. Juan Pablo II ha comprendido inmediatamente la intuición principal de don Giussani: «El cristianismo, antes que ser un conjunto de doctrinas o de reglas para la salvación es el “acontecimiento” de un encuentro». En la Vigilia de Pentecostés de 1998, el Papa habló de la madurez de los movimientos y de las nuevas comunidades. Esta madurez se expresa en la responsabilidad hacia la misión de la Iglesia y la capacidad de representar, dentro de la diversidad, un espacio de amor basado en la entrega, en una sociedad que ha perdido el sentido de la gratuidad. El don de este mensaje del Papa a Comunión y Liberación representa también para mí una oportunidad para unirme a sus sentimientos y enviar mis mejores deseos a don Giussani que ha caminado tanto «por el sendero de una cada vez más audaz fidelidad al Evangelio».
Andrea Riccardi
Impulsor de la Comunidad de San Egidio

La ruta más segura
Cuando Jesús dice, «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» ¿qué nos quiere enseñar? El camino está en la práctica religiosa antigua, el Tao y el Buda nos lo señalan. ¿Pero, y la Verdad? Vivimos tiempos en los que, creo que sobre todo en Italia pero no sólo, la Verdad parece reducida a una forma diferente de la Mentira. El cinismo y el sarcasmo actuales parecen sugerir esta lectura de la realidad: que vuestra identidad sea la parte, el interés, el beneficio breve del presente. El Bien está indicado como una forma diferente, e inferior, del Mal. Los Ángeles Malditos de Milton calculan la audiencia con satisfacción. El Premio Nobel Elie Wiesel, que sobrevivió a Auschwitz, postula: a la larga el Bien triunfa sobre el Mal porque el Mal está radicado en la mentira y la mentira debe, por necesidad, por lógica, ceder ante la verdad. En la coloreada ceguera de hoy día, la ruta más segura, aquella a la cual, con determinación, confiamos nuestro pasaje precario de Vida y hacia la Vida. Creo que el Papa Wojtyla en la carta a don Giussani habla de esto desde su experimentado sufrimiento.
Gianni Riotta
codirector de La Stampa

Un encuentro para la vida
Cuando me pedisteis que escribiera algunos comentarios a la espléndida carta del Papa a don Giussani, experimenté emoción y temor. Me ha parecido muy difícil comentar un texto tan profundo y autorizado sin decir banalidades. Temía el juicio de los lectores de Huellas que sé que están más “afianzados” que yo en la fe. Después pensé que me fío de las personas y de la historia del movimiento que conocí cuando era pequeña (¡hace casi 30 años!) Y que han permanecido cerca de mí incluso cuando decidí alejarme. Creía que conseguiría profundizar en la experiencia humana del estudio y el trabajo, de la vida, mediante la ética y la inteligencia. Sólo hace poco, gracias al reencuentro con los amigos del movimiento, he vuelto a descubrir «la fe como una auténtica aventura del conocimiento... que otorga a la vida un significado nuevo» (retomo un párrafo de la carta). Yo sola no había conseguido vivir esta dimensión. Además creo que el Papa pone de manifiesto el carisma profundo y original que Comunión y Liberación lleva dentro.
Gracias también de mi parte por todo lo que sois y por haberme acogido.
Marina Sálamon
empresaria

Nuevo Israel
¡Es realmente maravilloso! Son pocas las organizaciones católicas, que yo haya conocido, que mantengan con tan sincera claridad el rigor de la fe católica y, al mismo tiempo, comprendan el impulso intuitivo del Espíritu y la libertad del yo, que están implícitas en este camino de unión con Dios, que vosotros llamáis Cristo. En una época en la que el “yo” es esencial - y con frecuencia excesivamente acentuado en contraste con el excesivo colectivismo del pasado - Comunión y Liberación representa una voz auténtica del catolicismo de la que cualquier religión puede aprender, especialmente incisiva y significativa para la juventud de hoy, es decir, para el futuro. Mi felicitación para todos vosotros y para monseñor Giussani. Vosotros para mí sois el nuevo Israel, aunque esta afirmación pueda desagradar a muchos. Con gran amor fraternal.
Michael Shevack
Rabino de Nueva York

Un método
¿Quién se lo habría esperado nunca? ¡En el ocaso del siglo de Prometeo la intelectualidad cristiana se ve restaurada, restituida a sí misma de una manera tan sencilla, tan espléndida! La carta de reconocimiento del Papa después de medio siglo de trabajo de monseñor Giussani nos hace ver, más que el acuerdo, el encuentro, el acontecimiento del encuentro entre dos de los hombres más inteligentes de nuestro tiempo, junto al centro del mismo prodigio: la restitución de las facultades de pensamiento al hombre común... ¡Más que nunca, aquí se realiza la impronta del Espíritu Santo, anunciada por Isaías! Salta a la vista que la novedad del genio de Giussani es la de haber ofrecido a todos un “método” para comprender, para «vivir plenamente, con inteligencia y creatividad, la experiencia cristiana» en palabras del Pontífice. Y el Santo Padre tiene razón: Giussani, hombre de cultura, ha encontrado la clave, el camino, la manera de hacer descubrir a cada uno que la plenitud de su inteligencia es inseparable de la experiencia de la fe vivida. Lo sabíamos desde san Agustín, pero ahora se nos ofrecen todos los medios necesarios para experimentarlo en todo momento, acto y pensamiento comprometido: creemos para comprender... El método de Descartes, al trasladar al hombre al eje del universo inteligible, ha tardado tres siglos en conducirlo del orgullo intelectual a la desesperación, de la náusea sartriana a la nada existencial... Apuesto a que dentro de tres generaciones el método de don Giussani habrá barrido toda esta amargura... Para esperar a Godot hay que “convertirse en” Vladímir o Estragon; en cambio, para encontrar a Cristo basta seguir las huellas de don Gius... ¡Aleluya!
Bruno Tolentino
Poeta brasileño consagrado con el Premio literario Jabuti en 1997

Fruto maduro
Una carta de casi dos folios que, además, el Papa ha tenido especial interés en que le llegue a monseñor Giussani a través de un estrecho colaborador suyo, no es algo que ocurra todos los días. No se puede, por tanto, menos de ver en este gesto una justa correspondencia excepcional a un servicio eclesial realmente excepcional.
En cuanto al contenido del mensaje, es motivo de satisfacción y de alegría para cualquier fiel cristiano, constatar que el Papa habla de “fruto maduro”, tras los veinte años de un movimiento que, “a la escucha de las necesidades del hombre de hoy”, marca o señala, no “un” camino, sino “el” camino; es decir, el único camino posible: el estupor gozoso ante el acontecimiento personal del encuentro con Cristo. Y, last but not least, como dicen los ingleses, creo que merece la pena subrayar de manera muy significativa la exhortación que hace el Papa al movimiento, en las últimas líneas del mensaje, a “cooperar con responsable y constante conciencia en la misión de las diócesis y de las parroquias”.
Miguel Ángel Velasco
Director de Alfa y Omega, suplemento de ABC

Carlo María Martini
Arzobispo de Milán
Ante todo me uno también yo, como el Santo Padre en su mensaje de ayer a monseñor Giussani, me sumo «a la alegría de la Fraternidad de Comunión y Liberación en el vigésimo aniversario de su reconocimiento por parte del Pontificio Consejo para los Laicos» y junto con el Papa doy gracias «a Dios por lo que ha realizado a través de la “iniciativa” de don Giussani y de cuantos se han unido a él durante estos años». Así concluye el Papa: «¡Es bello y justo reconocer juntos la grandeza de la misericordia de Dios!». Es bello y justo reconocerlo aquí juntos, tantas personas, tantísimos como sois esta tarde, con muchos sacerdotes y fieles. Es bello reconocerlo juntos con la adoración, el canto, el silencio y la contemplación del Misterio de Dios. (...) Todas las agregaciones intermedias del único Cuerpo del Señor tienen la misma finalidad: integrar vital y profundamente a cada uno en el único pueblo de Dios. La calidad de dicha integración mide el valor de cualquier agregación de la Iglesia. (...) Esto se convierte en algo todavía más hermoso cuando una comunidad entera, como vuestra gran Fraternidad, se pone a la escucha de la palabra y se hace obediente a ella. Entonces es motivo de profunda alegría y de gran ayuda el pensamiento de que todos estamos unidos a Jesús y, por tanto, unidos entre nosotros y entre vosotros con vínculos más fuertes que los de la sangre. Seréis mi madre y mis hermanos. (...) La celebración del vigésimo aniversario, por el cual damos gracias a Dios, os invita a mirar cada vez más allá de vosotros mismos, a mirar a la Iglesia entera, para la cual se os han dado múltiples dones de los que estamos justamente agradecidos a Dios. Es una ocasión para crecer en madurez, para asumir cada vez más no sólo el desarrollo de las obras que habéis emprendido, sino el amor a la Iglesia entera y sus necesidades.

Al acabar la misa, antes de la bendición final
Querría expresar una vez más mi vivísimo agradecimiento por haberme invitado a presidir esta celebración. Lo hago con gran alegría y pensando con mucho amor en cada uno de vosotros. Os doy las gracias por la felicitación que me habéis hecho por mi 75 cumpleaños, que es una fecha significativa por muchos motivos, también porque me hace entrever un poco ese sueño de Jerusalén, finalmente en paz, en el cual pienso desde hace tiempo. En cualquier caso, querría decir que estoy muy cerca de cada uno de vosotros. Comprendo bien el esfuerzo, el camino, el sacrificio y la alegría de todos vosotros sacerdotes, laicos y, sobre todo, las familias y todos los que sirven al Reino de Dios. Os quiero mucho, más de lo que os imagináis, porque os siento profundamente en mi corazón y en el corazón de Cristo. Deseo verdaderamente que se realice en vosotros el ideal de plena y perfecta santidad y de presencia profunda en el corazón de la Iglesia que desea también don Giussani con las palabras tan conmovedoras que nos ha dirigido en este momento. Le pido por tanto al Señor que os bendiga de corazón a cada uno y a toda nuestra Iglesia.

Giacomo Biffi
Arzobispo de Bolonia
Un himno de agradecimiento se eleva al Señor - y se convierte en vosotros en un canto de pura alegría - por una “historia”: una historia que se os ha donado y, realizándose en vuestra vida cotidiana, se ha transformado en principio de identidad original y de pertenencia característica. Es una identidad que no es diferente de la identidad cristiana que radicalmente habéis recibido en el Bautismo, pero que gracias al movimiento aparece en vosotros más marcada, más precisa e incontestable. Es una pertenencia que no es diferente de la pertenencia a la santa Iglesia Católica (reforzada cada vez que participáis en el sacrificio del “Cuerpo entregado” y de la “Sangre derramada”), pero que ha recibido una conciencia nueva, más concretamente operativa, más fecunda en el bien. Vuestra historia viene de lejos; incluso de los años de la adolescencia de don Luigi Giussani (...) También para mí es motivo de satisfacción personal recordar en mi catedral una historia que en realidad tuvo su inicio en el seminario de Venegono cuyo magisterio de fe, de vida y de amor a la verdad fue y es determinante también para mí. La amistad que desde aquellos años me une a don Giussani explica y justifica mi emoción actual y la alegría del momento que estoy viviendo con vosotros. Lo primero que os deseo es que no os canséis nunca de hacer memoria apasionada del Señor Jesús en el cual toda brizna de humanidad, toda vibración y aspiración, cada instante de la existencia adquiere significado y valor (...) En muchos ambientes de la cristiandad de hoy el nombre de Cristo se ha convertido en una etiqueta externa y su mención en una excusa para hablar de otras cosas. Que en vuestra Fraternidad nunca sea así. (...) Lo segundo que os deseo es que de la comunión eclesial, concebida como una realidad comprometedora y satisfactoria, no como una mera denominación ideológica, obtengáis la inspiración y las reglas de comportamiento. Que el Señor os ayude a saber acoger - con los ojos radioscópicos de la fe - la belleza encantadora de la Esposa del Rey, más allá de las diatribas teológicas y de todos las falsedades mundanas. Mirad siempre a los hombres que os encontréis - incluso al más lejano y diferente - como un icono vivo de Cristo que espera ser liberado de la escoria y restaurado en su semejanza con el divino arquetipo, por vuestra invencible capacidad de amar.

Ennio Antonelli
Arzobispo de Florencia
Estamos aquí para alabar al Señor y agradecerle el don que ha hecho a toda la Iglesia y, en especial, a nuestra Iglesia florentina. Querría meditar con vosotros un tema central en la experiencia de Comunión y Liberación: el tema de la presencia de Cristo. «La fe - subraya con fuerza don Giussani - es reconocer el acontecimiento de una presencia. Dios hecho presencia que continúa en la historia, dentro de la presencia de una comunión, de gente que se reconoce unida en su nombre». (...) A través de la Iglesia, Cristo sigue haciéndose presente en la historia. La Iglesia es su cuerpo, su prolongación viva, comunitaria y, en cierto modo, visible, en virtud del Espíritu Santo. (...) El Señor Jesús, mediante su Espíritu, guía y vivifica siempre a su Iglesia «con diferentes dones jerárquicos y carismáticos», confiriéndole dos dimensiones, la jerárquica y la carismática, ambas “coesenciales” y “complementarias” (Juan Pablo II, Pentecostés 98). Vosotros sois de Comunión y Liberación y estáis aquí esta tarde porque habéis sido alcanzados por el Señor a través de un carisma, el carisma donado a don Giussani. Habéis sido revestidos por un poder generador de vida, que ha encendido en vosotros el entusiasmo y la pasión por Cristo y por el hombre. El Señor os ha atraído en una bellísima experiencia educativa hasta la madurez de vuestra fe y de vuestra humanidad. Os ha hecho testigos valerosos suyos para llevar su presencia a todos los ambientes, y hombres libres y responsables, solidarios, creativos y operativos para hacer crecer la sociedad civil. La Fraternidad de Comunión y Liberación es “el vértice y el corazón” del movimiento. Es su realización plena y segura. Ofrece a los adultos, educados y crecidos en el movimiento, una ayuda para seguir creciendo en la vida cristiana hacia la santidad, «para que cada uno camine frente a Cristo», como dice don Giussani. En la Fraternidad, la oración, la obediencia y la contribución a las necesidades comunes son una experiencia particularmente intensa y concreta de caridad recíproca y de fe en la presencia del Señor «donde dos o tres están reunidos en su nombre». La experiencia de la Fraternidad y de todo el movimiento de Comunión y Liberación nos lleva esta tarde a renovar nuestra admiración conmovida y nuestro agradecimiento por el Misterio “hecho hombre” en el seno de María y presente en la Iglesia. «Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador».

Dionigi Tettamanzi
Arzobispo de Génova
Queremos dar gracias a Dios porque hemos sido llamados a vivir la vida cristiana con el carisma y la pedagogía propias del movimiento de don Giussani. (...) Cristo no es simplemente un nombre, no es un personaje del pasado: es lo más concreto, real y vital que existe; es una Persona viva que posee una “singularidad” única e irreducible. (...) Sólo en Él se funda y se alimenta la “identidad cristiana”, que es uno de los dones más preciosos que se nos ha entregado con el Bautismo y uno de los énfasis más fuertes y característicos de don Giussani; diría que de la escuela teológica del seminario milanés de Venegono, donde el joven sacerdote enseñó y donde yo mismo tuve la gracia de estudiar y de enseñar teología durante muchos años (como inciso digo que nunca tuve a don Giussani como profesor, lo veía pasar por los pasillos con paso decidido o salir de la clase casi siempre continuando la lección, incansablemente dispuesto a afirmar, discutir y explicar con ardor los más diferentes problemas referidos a la “pretensión cristiana”). La referencia a Cristo no es un conocimiento abstracto aunque esté revestido de ciencia histórica: es “conocimiento” según el riquísimo contenido que esta palabra recibe de la Biblia y, por tanto, es comunión de amor y de confianza plena y de dependencia liberadora; es una experiencia humana y razonable que reviste y requiere a la persona completa y su capacidad de relación y, por tanto, toda la trama de relaciones cotidianas del tejido social; es estupor y gozo espiritual que nunca se acaban, porque se sienten inmensamente amados y salvados y, a la vez, entregados a una misión en la Iglesia y en la sociedad. (...) Vuestro carisma y vuestra pedagogía son un bien eclesial: ciertamente un bien vuestro pero también de la Iglesia entera. Tenéis por tanto que ofrecerlo también a los demás. Así como, en la economía eclesial de la reciprocidad, debéis estimar y acoger otros carismas que provienen del único y mismo Espíritu y que están en la base de las diferentes agregaciones eclesiales. (...) Sí, por amor a la Iglesia, por el enamoramiento que nos une a Cristo. Oigamos una palabra de don Giussani que tomo del libro Los orígenes de la pretensión cristiana: «Reconocer y seguir a Cristo (fe) genera una actitud existencial característica que hace del hombre un caminante infatigable hacia una meta que no ha alcanzado todavía, seguro del futuro porque todo se apoya en su presencia (esperanza); en el abandono y la adhesión a Jesucristo florece un afecto nuevo a todo (caridad) que genera una experiencia de paz, la experiencia fundamental del hombre en camino».

Severino Poletto
Arzobispo de Turín
Ante la imposibilidad de participar en la misa (que fue celebrada por el vicario general de la diócesis de Turín, monseñor Mino Lanzetti), el cardenal Poletto envió esta carta
La vuestra es una asociación eclesial de la cual quiero resaltar, en feliz sintonía con nuestro Plan Pastoral diocesano, «El compromiso misionero como educación al sentido de la catolicidad de la Iglesia y como elección vocacional» (art. 4 del Estatuto), teniendo en cuenta el explícito compromiso a ser «instrumentos de auxilio en la vida diocesana y parroquial, en comunión con el Obispo y en diálogo y colaboración con otras asociaciones y movimientos eclesiales» (ídem). Los Obispos italianos, en las Orientaciones pastorales para este decenio, han querido significativamente titular el camino de las comunidades cristianas “Comunicar el Evangelio en un mundo que cambia” y también yo, en mi Carta pastoral “Construir juntos” he querido expresamente poner en la base de toda nuestra reflexión y actividad el hecho de que «donde está la Iglesia, allí está la misión», para realizar esa renovada «primera evangelización» en la que cada uno tiene su don que aportar. Que vuestra celebración (...) sea la ocasión de un impulso misionero más generoso e intenso, basado en la oración y en una santidad auténticamente “moderna”, capaz de consagrar el desarrollo ordinario de la vida, usando todos los medios que nuestro tiempo pone a disposición de los creyentes para recomponer el orden de los valores primarios.

Carlo Caffarra
Arzobispo de Ferrara-Comacchio
«Vosotros sois la sal de la tierra; vosotros sois la luz del mundo». Lo que impresiona inmediatamente en esta “definición” que el Señor da de sus discípulos, es que estos son enviados a la «tierra-mundo», a la humanidad entera, a toda la realidad. No es la sal de una región de la tierra o la luz de una parte del mundo. Nada ni nadie es ajeno a la sal de la palabra de Cristo de la cual el discípulo es testigo. (...) La conciencia de llevar la carga de la humanidad entera, de la propia persona y de toda persona, es posible sólo si el cristiano custodia intacta su identidad. (...) La elección de Cristo genera en el hombre una identidad y una conciencia nuevas, fuentes de juicio y de obras verdaderas. (...) Cuando la fe no genera cultura, una forma específica de situarse ante la existencia, es una luz colocada debajo del celemín. (...) Esta celebración eucarística quiere ser acción de gracias al Padre por el don hecho a la Iglesia con el carisma de Comunión y Liberación. Acción de gracias que para mí es una fuente especial de emoción y de alegría por la profunda amistad que me une a su fundador. Queridísimos, creo que en esta ocasión el Señor no podía entregarnos una palabra más adecuada para una profunda comprensión de vuestro carisma. Éste, en efecto, se caracteriza por ser la presencia de un acontecimiento dentro de la vida humana: el acontecimiento del encuentro con Cristo, que afirma y realiza a la persona según todas sus capacidades, contra todos los poderes que han tratado de reducirla a su medida. Sois luz, sois sal, porque dais testimonio de que este acontecimiento ha sucedido, sucede y, por tanto, es posible. Sed fieles al don recibido, dentro de la Iglesia, humildemente, sorprendidos siempre por la belleza de la Esposa de Cristo.

Alessandro Maggiolini
Obispo de Como
Creo que la Iglesia espera de vosotros sobre todo dos cosas. La primera es que reclaméis el hecho de que el cristianismo no es simplemente una doctrina, ni simplemente una moral sino que coincide con el Señor Jesús, Verbo Encarnado, muerto y resucitado, (...) esto quiere decir que nada se da fuera del Señor Jesús, es decir, si elimináramos y arrancáramos a Cristo del plan de salvación no cuadrarían ni siquiera las tablas de multiplicar, ni siquiera la tabla de Pitágoras, en el fondo no existiría nada; esto quiere decir que no existe belleza fuera de Cristo. Lo segundo: os pido que le recordéis a la Iglesia de hoy que esto se debe hacer concreto en la vida de cada uno, en la familia, en la comunidad, (...) la Iglesia es el lugar donde el Señor Jesús vive, palpita, es el centro de atracción y de irradiación. A veces lo digo, perdonadme si vuelvo sobre los mismos conceptos: si alguien está enamorado o si le duelen las muelas no lo puede ocultar, en el fondo se le nota. Si hablamos de Cristo de forma genérica y no lo hacemos visible a través de rostros humanos y de gestos humanos, hacemos un discurso religioso y misionero vacío. Mirad que se os considera como el futuro de la Iglesia, incluso en las diócesis en las que al principio encontrasteis dificultades.

Antonio María Rouco Varela
Arzobispo de Madrid
Veinte años de reconocimiento pontificio de la Fraternidad de Comunión y Liberación es una fecha en la que el Señor nos invita a dar gracias por este reconocimiento, que ha significado para la fraternidad su entrada visible y universal en la Iglesia una, santa, católica y apostólica. Algunos dirían hoy - usando términos y lenguajes de la primitiva Iglesia - el reconocimiento de Comunión y Liberación “por la Católica”. La Iglesia visible en el mundo, a lo ancho y largo de todo el mundo, acoge y subraya el valor eclesial de la Fraternidad de CL a través del gesto de Juan Pablo II. Es la garantía de que vivís en la Iglesia. (...) Nada hay más católico que los que se disponen a vivir el camino de su vida como camino de santidad. Pertenecer a la Iglesia es (...) ser la luz, ser la sal de la tierra. Esto no sucede en virtud de ningún poder humano, de ninguna sabiduría de los hombres, de ninguna fuerza que nazca del hombre como autor que se cree capaz de dominar el mundo, de dominarse a sí mismo, e incluso a veces, tiene la tentación de apoderarse de Dios o de fabricarlo, modelarlo, convertirlo en una idea o en una experiencia suya; sino que es en la Iglesia que recibe la Palabra hecha carne, la anuncia con temblor - como hace Pablo - y con la fuerza del Espíritu Santo. Con la gracia, los dones y los carismas del Espíritu Santo, cuyo objeto fundamental es el anuncio de la sabiduría de Dios. (...)
Habéis hecho el camino de vuestra vida cristiana a través de la Fraternidad de Comunión y Liberación, porque así vivís vuestra vocación de miembros e hijos de la Iglesia o, usando términos paulinos, miembros del Cuerpo de Cristo y porque la Iglesia se vea como una ciudad sobre el monte, las buenas obras brillen entre los hombres y en la sociedad, la más cercana y lejana. Porque creéis que vosotros mismos así sois fieles a la gracia y al don del Espíritu Santo, personalmente y también fraternalmente, de la forma y modo como la Iglesia os ha reconocido y como vosotros, siguiendo las líneas del fundador e iniciador de Comunión y Liberación, don Luigi Giussani, lo habéis imitado. Y no por casualidad, sino porque la historia, las circunstancias de la historia del mundo y de la Iglesia lo pedían.

Javier Martínez
Obispo de Córdoba
Quizá lo más luminoso para mí del encuentro con Comunión y Liberación fue, sencillamente, el ir comprendiendo poco a poco, a través de aquellos que habían sido educados por Mons. Luigi Giussani, que el designio de Dios coincide con la plenitud de la vida humana; que lo que Dios quiere para los hombres no es algo añadido a la vida, que lo que Dios quiere es que el hombre sea él mismo, que alcance la plenitud para la que ha sido creado. ¡Que viva! El designio de Dios, y también la obra de Dios y la obra de la Iglesia, es que los hombres vivan. La gloria de Dios es la alegría del hombre. Crecer en esta certeza me ha ayudado mucho a comprender mejor la vida y la moral cristianas, y la misión de la Iglesia. Sí, la vida cristiana coincide con la vida humana verdadera. (...) Lo que pasa es que no podemos realizarla por nosotros mismos. Sólo cuando la persona humana se encuentra con el amor infinito de Dios, revelado en Cristo, y hecho para nosotros palpable en la comunión de la Iglesia, descubre que aquello es lo que uno ha estado anhelando toda la vida, que aquello es lo que hace que la vida tenga sentido. Cristo no ha venido para que hagamos determinados actos de culto, o para añadir unas determinadas obligaciones a nuestra vida. Cristo ha venido para que todos podamos reconocer que la vida tiene un significado positivo. Este es quizá el aspecto más determinante que he comprendido y vivido en la compañía de esta experiencia eclesial. Si Cristo ha venido “para que el hombre viva”, eso significa que el centro de la Iglesia, que prolonga en la historia la encarnación de Cristo, está en la periferia, allí donde la Iglesia se encuentra con el mundo. (...) Porque allí está sucediendo la redención. Cristo ha venido para que eso suceda, y la Iglesia, la Escritura, los Sacramentos, existen sólo para que eso suceda. Y por ello la misión de la Iglesia sucede en los lugares de trabajo, sucede en las casas, en la escalera, en la carnicería, en el bar, en la fiesta de un cumpleaños. Allí es donde el cristiano puede mostrar a Cristo y su significado y su valor para la vida, del único modo en el que Cristo puede ser mostrado, mediante el testimonio de hombres y mujeres que, teniendo los mismos problemas que los demás y siendo igual de frágiles, viven la vida con gratitud y con esperanza.