25 de enero de 2003
Querido don Giussani: Te escribo para agradecerte tu precioso regalo de la estatua
de san Ricardo. Mi experiencia personal de curación física y la
profunda conciencia de lo que significa su presencia me han llevado a reconocer
el Misterio de una forma que jamás hubiera imaginado antes de esta experiencia.
Me conmueve profundamente tu generosidad y tu deseo de que san Ricardo pueda
estar presente en la iglesia de San Juan Evangelista de Rochester (Minnesota),
en cuyas inmediaciones se levanta la Mayo Medical Community, instituto de fama
mundial. Desde la llegada de san Ricardo no he dejado de orientar hacia él
a la gente de EEUU y de todo el mundo que acudía a la Clínica
Mayo y venía a nuestra iglesia. Para darte una idea del número
de pacientes en nuestra ciudad y en nuestra iglesia, de la Clínica Mayo
dependen unos 2000 médicos y hay una afluencia constante de enfermos
que visitan nuestra comunidad y nuestra iglesia. Se ha convertido en una costumbre
para mí invitar a los pacientes a que visiten a san Ricardo y le pidan
que interceda por su salud. A uno de ellos, por ejemplo, acaban de diagnosticarle
un tumor cerebral; otro se está preparando para una intervención
quirúrgica importante; incluso hay alguno al que se le ha suspendido
la asistencia médica por tratarse de un mal incurable... todos acuden
aquí buscando consuelo. También algunos médicos se han
abierto a la búsqueda de la sabiduría del Misterio al sorprender
a sus pacientes solicitando la presencia de san Ricardo. Algunos pacientes se
acercan a visitar a san Ricardo con el corazón lleno de gratitud cuando
en la Clínica Mayo se les comunica su curación. Hay infinitas
historias, y eso que sólo atisbamos la potencialidad de esta presencia.
San Ricardo tiene un lugar especial dentro de nuestra iglesia; estamos preparando
un tríptico donde se explique su historia y junto a la estatua colocaremos
la frase que nos enviaste. Don Giussani, ¡ni siquiera puedo imaginarme
las posibilidades que se abren gracias a este regalo que nos ofreces! Y no alcanzo
a percibir lo que tú ves, cómo comprendes de qué manera
y hasta qué punto será vivificante y profunda la presencia de
san Ricardo. Estoy especialmente agradecido por la asistencia del padre Fabio
y de Giorgio Vittadini, que ayudaron a dar los pasos necesarios para que san
Ricardo pudiera llegar a nuestra iglesia. Quiero darte también las gracias
por tu amistad, a través de tu carisma, que realiza y toca mi vida y
la de muchas personas. Tengo necesidad constante de tus indicaciones de padre;
reconozco humildemente nuestra amistad y necesito ser estimulado continuamente
a vivir esta compañía en el camino que tengo ante mí en
Rochester. Te tengo presente en mi memoria todos los días ante la estatua
de san Ricardo Pampuri, aquí en nuestra iglesia, pidiéndole que
te conceda la bendición de la salud y agradeciendo el carisma que has
recibido y que tan abiertamente pones en práctica anunciando la Buena
Nueva de Jesucristo.
Con afecto y amor, Jerry Mahon, Parroquia de Saint John, Rochester, Minnesota,
EEUU