PRIMER PLANO

Mr. Palestine

Todo el mundo habla del fin de Arafat, pero el líder palestino no tiene la menor intención de retirarse. Su poder sigue siendo muy grande, absoluto en lo que respecta a la gestión del dinero

GIANCARLO GIOJELLI

«¿El fin de mister Palestine? Cuántas veces lo habéis anunciado los periodistas y cuántas ha resurgido. Decíais que tenía Parkinson y después se descubrió que el temblor de labios venía del accidente de hace años en Tunicia. Muchos han tratado de matarlo: de los intentos israelíes se ha perdido la cuenta, Hamas le querría muerto, incluso Abu Nidal, uno de los jefes de la OLP, ha intentado acabar con él, pero él...». El viejo palestino, que ha regresado a Cisjordania después de muchos años, justo a tiempo para ver una nueva guerra, sonríe escéptico. Todo el mundo habla de la era post-Arafat y muchos en Israel siguen echando cuentas y lanzando hipótesis sobre lo que sucederá cuando el líder palestino desaparezca, a causa de una enfermedad, de una bomba, o incluso, jubilado por los suyos y forzado a retirarse, aunque esto parece imposible. Y es que todos están seguros de una cosa: Arafat no tiene la menor intención de retirarse.

La escolta
Es cierto lo que se dice por ahí: después de haber descubierto que el temblor no se debía a una enfermedad progresiva y degenerativa, sino sólo a las lesiones causadas por el viejo accidente, Arafat ha recobrado energías. Sabe muy bien que muchos le querrían muerto y se rodea de todas las precauciones: en torno a él está su guardia personal, el primer círculo de seguridad, diez hombres fidelísimos que conoce desde hace años y que se dejarían matar por él sin vacilar. Después está el segundo círculo, Al Rhas al Rais, la guardia del jefe, trescientos hombres dirigidos por cuatro coroneles, que controlan las oficinas, inspeccionan los locales donde debe acudir Arafat y las calles que debe recorrer. El último círculo son los miles de hombres de la Fuerza 17, dispuestos a batirse como lo han hecho en torno a la Muqada de Ramala , el cuartel general asediado por los israelíes. Arafat se desplaza siempre con tres coches de cristales ahumados y nadie más que los hombres de su guardia personal sabe en cuál va. Sólo podrían matarle con un fuego indiscriminado, algo que Israel no podrá permitirse jamás y nadie más tiene la fuerza suficiente para intentarlo.

Error de cálculo
Así, Mr. Palestine - como le llamaban en los años 70 cuando era un símbolo de la lucha de liberación y la izquierda hizo de él un fetiche válido para todas las manifestaciones, como Lenin o el Che Guevara - se prepara a dar un nuevo viraje para sobrevivirse a sí mismo, después de haber sobrevivido a la caída del comunismo, de la Unión Soviética, que lo apoyaba por puro antiamericanismo, y a la Guerra del Golfo, cuando optó por alinearse junto a Saddam Hussein, enfureciendo a todo el mundo árabe. Arafat ha reformado el gobierno, apoyándose en sus incondicionales, ha reformado la administración de Palestina, y resiste al asedio israelí. Sharon esperaba debilitarle, al menos debilitar su imagen, mostrando al viejo líder humillado, obligado a dormir en un camastro y a recibir a la luz de las velas a los pocos periodistas y delegados que el filtro militar israelí dejó pasar. Pero no ha sido así.

«Ya lo han visto, está viejo, débil, nadie le sigue», nos dice una joven israelí en la Universidad de Tel Aviv. «Le hemos visto, sigue siendo el jefe, el símbolo de la resistencia del pueblo; si él no se rinde, tampoco lo haremos nosotros», nos dice una chica árabe en un poblado del norte de Galilea. A alguien no le salen las cuentas.

Terrorismo y kamikazes
Lo cierto es que el terrorismo ha mezclado los papeles. Enfurece a los israelíes, sobre todo a Sharon, que ha basado toda su campaña electoral en la seguridad, y exalta a las facciones palestinas más extremistas. Lo han tildado de fanatismo islámico, pero entre los que se hacen saltar por los aires en las paradas de autobús o en los restaurantes hay chicas de familias palestinas laicas, que jamás habían mostrado tintes de fanatismo religioso. Y, sin embargo, no han dudado en matarse para matar a jóvenes y niños. Las cuentas siguen sin cuadrar y nadie sabe decir si Arafat ha tratado de detener a los terroristas suicidas, en cuyo caso demostraría carecer de control en sus territorios, o si ha dosificado sabiamente esta nueva y terrible arma, alternando condenas y arrestos de los extremistas con un apoyo soterrado pero eficaz al terrorismo.

El fusil y el olivo
Lo cierto es que no es nuevo en estas lides, y su imagen más famosa nos lo muestra en 1974, hablando a la asamblea de las Naciones Unidas con un fusil y una rama de olivo en la mano. Guerra y paz. Terrorismo internacional o acuerdos para hallar una solución estable al conflicto que desde hace cincuenta años asola a Oriente Próximo. Después de aquello vino la época de las grandes esperanzas: el Nobel a Arafat, Rabin y Peres, «Peace Now», paz ya, gritaban los israelíes. Parecía que el acuerdo sobre los territorios confiados a la administración palestina, cuna de un futuro estado, estaba hecho. Después, el jarro de agua fría: Arafat mandó a la porra los acuerdos cuando tenía en el bolsillo el visto bueno americano e israelí respecto a la cesión definitiva del noventa por ciento de los territorios y sobre Jerusalén este, como futura capital del estado palestino. Era más de lo que podía esperar, pero todo se bloqueó tras una noche de reflexiones acerca de la cuestión del regreso de los refugiados palestinos. Israel no podía decir que sí al riesgo de introducir en sus fronteras a elementos considerados incontrolables y Arafat no quería ceder. O tal vez no podía. Después de todo, quizás no sea tan fuerte.

Carisma personal
Es verdad que sigue teniendo mucho poder, basado en una mezcla de carisma personal, que ejerce sobre la base palestina, y un formidable control de la economía de la Administración palestina, vinculada todavía al entramado de bancos y sociedades con sede en Liechtenstein fundado en los años 70 para recolectar el flujo de dinero que venía a la OLP desde los países árabes. Dinero que el viejo Rais controla dólar a dólar, lo cual permite, además, que sus colaboradores se enriquezcan; la corrupción siempre ha sido una buena arma de control.

No es casualidad que los EEUU presionen para que el ministro palestino de economía, Salama Fayyad, reforme las finanzas de la Administración, reduciendo el poder absoluto de Arafat sobre las cuentas. Pero cuando se trata de cuestiones de gobierno y de dinero, Mr. Palestine se muestra contundente: «El jefe soy yo y decido yo», ha dicho a los periodistas mientras preparaba el nuevo gobierno que deberá poner en marcha las reformas, apoyándose en sus incondicionales y tratando de dejar fuera de juego a los elementos que podrían hacer sombra a su liderazgo, como siempre ha hecho en el pasado. Desde que es el jefe indiscutible de los palestinos ha visto desaparecer a muchos líderes árabes e israelíes, ha estado en el exilio en Beirut y Túnez, ha recibido al Papa en Jericó en calidad de jefe de estado. Y frente a él siempre el viejo general israelí, Ariel Sharon. En agosto, el líder palestino ha cumplido 72 años, pero la era post-Arafat aún no ha comenzado.