Para servir al desarrollo mediante la unidad de un pueblo
19-21 de septiembre. La primera cita de la Compañía de las obras
en América Latina. Desde México a la Tierra del Fuego, los protagonistas
son personas que vienen de distintos contextos sociales, unidos por el deseo
de una humanidad más libre y justa
Alver Metalli
Ya ha pasado mucha agua bajo los puentes desde el día en que un puñado
de jóvenes italianos desembarcara en tierra latinoamericana en el lejano
1962. Después de una breve parada en Río, se dirigieron hacia el
norte, a Belo Horizonte, en el estado de Miñas Gerais. Las páginas
podrían llenarse fácilmente de recuerdos, pero no es éste
el momento. En cambio, por lo menos idealmente, es necesario partir de allí,
del agua de esos ríos y de puentes de nombres pintorescos, como una suerte
de genealogía que conduce ahora al Río de Janeiro de fines de septiembre.
Y del reclamo amoroso, incluso impetuoso, de don Giussani que acompañaba
la intrépida expedición de entonces: «No olvidéis
por qué vais allí: no sustituyáis el amor de la Cruz de
Cristo, el amor al Reino de Dios por el espejismo de la afirmación de
vuestra personalidad, de una obra vuestra, de un éxito vuestro, de vuestro
punto de vista, de vuestro amor propio».
En Río, a dos pasos de las playas más famosas del mundo, estaba
en este encuentro quien fuera destinatario, hace cuarenta años, de estas
palabras, codo con codo con quienes han venido después, en aviones más
confortables que han desembarcado a los pies del Corcovado. Y estaban – sobre
todo – muchos otros que han nacido y crecido en estas tierras, unidos a
ellos por lazos de sangre y de un mismo destino deseado. Estaban, en Río,
quienes se saludaban como viejos amigos, y quienes, catapultados a la capital
de un turismo exótico por una invitación amistosa, y sin embargo
siempre enigmática, miraban a su alrededor asustados, intentando entender
algo más, y con más rapidez, de lo que podían entender sobre
las cosas que pasaban frente a sus ojos y que oían con sus oídos.
Las etapas de estos cuarenta años, aun dichas someramente, llenarían
muchas más hojas. Mejor limitarse, entonces, a los hechos previos al encuentro
de Río de Janeiro
Fruto de una obediencia
Río ha sido el primer encuentro en su género; no un encuentro de
fundaciones. Se ha querido precisar este asunto en la apertura del congreso con
un acento que de fugaz tuvo sólo la brevedad. Un tirar de los hilos, o
un escuchar, si se prefiere; o, por usar las palabras de bienvenida «el
simple reconocimiento de lo que ya existe, que ha nacido y que crece». “Tirar
de los hilos”, “escuchar”, “reconocer” una realidad
abigarrada de iniciativas que intentan humanizar la vida que, en los últimos
años, ha tenido un impresionante florecer de realizaciones: iniciativas
educativas por decenas, nacidas desde México hasta el sur de Argentina,
en casi todas las naciones, en contextos donde la marginación y la violencia
humillan la dignidad de los más pequeños y de los más débiles;
estructuras con una vocación marcadamente social, instituciones caritativas
que han surgido a partir de la fe operante de laicos y de misioneros; realidades
empresariales que han crecido en los contextos urbanos más disímiles...
En una sola palabra, “obras”; usada y aceptada por todos los participantes,
ya que en ella se ve compulsada en una rápida síntesis la unión
de aquello que se mueve, que tiene un objetivo y un significado.
La sorpresa del inicio
Quien escribe no puede más que registrar la sorpresa de los mismos promotores
del encuentro de Río, que han visto crecer de manera incontrolada e incontrolable
la adhesión a su convocatoria, un llamamiento hecho solamente con algunos
meses de anterioridad y sin otra publicidad que los canales de la amistad. «La
espera ha ido abriéndose camino gracias al entusiasmo con el que este
encuentro ha tomado forma. Y es la prueba de que se ha obedecido a lo que ya
había nacido», afirma Mario Molteni, que, quizá, estaba recorriendo
un camino propio y en solitario.
É
ste es el caso de algunas de las obras que han nacido en Río, de las cuales
se han relatado los comienzos, los padres fundadores – aún vivos
o no –, los motivos inspiradores, la historia de caridad que han recorrido,
hasta llegar al consuelo, la esperanza, el renovado coraje cuando, por situaciones
imprevistas, sus caminos se han encontrado con otras obras, ligadas a su vez
a una gran compañía. Este pensamiento trae a la memoria el caso
del heroico salesiano de la Patagonia argentina, cincuenta y cuatro años
de abnegada dedicación a su gente, a diversos Bancos de alimentos que
la necesidad en su aspecto más prepotente ha generado en tantas ciudades
del continente.
¿
Cuál es el secreto?
¿
Cuál es el secreto de la singular, multiforme compañía de
obras que han arribado a Río? ¿Cuál el de una unidad, para
ser más precisos, donde lo que es distinto de uno mismo es acogido con
una simpatía exuberante y se tiene la misma estima hacia quien llega el último
como hacia el primero y más familiar de los participantes? ¿Qué es
lo que mantiene unidos entre sí a los habitantes de las favelas de San
Pablo, que luchan por tener un hogar decoroso, los indios de diversas etnias
que estudian en una escuela de Manaus técnicas agrícolas para mejorar
sus vidas en los pueblos, los empresarios que trabajan con la leña, los
criadores que se ocupan de las vacas, los artesanos, los docentes que abren guarderías
infantiles, escuelas y casas para los niños de la calle? ¿Cuál
es el secreto por el cual un político de primera línea colabora
con una joven universidad, que ha comenzado por la iniciativa de un obispo, en
la periferia de Lima, o por el cual los profesionales dejan Italia y, de su bolsillo,
poniendo en juego su dinero y su conocimiento a doce mil kilómetros de
distancia, vienen para ayudar a estos amigos? ¿Cómo pueden mulatos,
negros, chinos, europeos, indigentes y caboclos apasionarse por las mismas cosas,
que se llaman vida, obras, trabajo?
Trabajo
Sí, precisamente trabajo, en un continente en el que la cultura liberalprotestante
anglosajona ha querido relacionar impunemente y por igual catolicismo y subdesarrollo,
viendo en el primero el responsable del segundo, y sobre el que Europa, más
allá de la retórica de los orígenes latinos comunes, ejercita
un proteccionismo de carácter colonial que compite y supera, en su dureza,
al norteamericano.
Alguno desde el micrófono ha pronunciado la palabra “positivista”;
algún otro, “solidaridad”. Como respuesta valga la de un profesor
peruano que ha hablado del descubrimiento de un amor por la propia humanidad,
que abre al interés por el destino y por la humanidad de los hombres.
En esta respuesta se concentra la inteligencia plenamente católica de
quien no define la necesidad sino que la descubre y la sirve. En cualquier situación
y en cualquier contexto.
O escéptico o católico
No hay duda de que la situación de América Latina ha cambiado profundamente.
Por primera vez en la historia del continente ¿Cuál es el secreto – observa
Luis Solari de la Fuente, un peruano con un alto cargo en el gobierno – ninguno
de los países de Latinoamérica es hoy el resultado de un golpe
de estado o de la subversión violenta del orden institucional. Quien no
lo haya notado, que recorra mentalmente la geografía de Latinoamérica
y podrá darse cuenta de ello. Pero, registrado este dato novedoso, también
es verdad – por si no bastase la observación y fuese necesaria más
documentación – que la pobreza ha crecido por doquier y con pocas
excepciones, y que con la pobreza ha crecido la desigualdad, y con la desigualdad,
la injusticia. Sintetizando con una bella expresión la esencia perversa
de este momento histórico, Solari habló de una «aceptada
y pacífica supremacía del utilitarismo sobre la solidaridad».
En la que los utilitaristas son egoístas, autocráticos y están
formalmente desinteresados de los demás. Para América Latina vale,
hoy más que nunca, la alternativa que el colombiano D’Avila delineaba
hace cincuenta años: «O escéptico o católico: el resto
morirá con el tiempo».
La relación con el poder
Después de un decenio en el que abundaron las recetas neoliberales más
o menos ortodoxas, ha habido un cambio en la orientación política
de casi toda América Latina: coaliciones de izquierda con distinto grado
de moderación detentan el poder en Chile, Argentina y Brasil, es decir,
en dos tercios del continente. Lula, presidente del país que ha oficiado
como anfitrión del congreso de Río, habría podido apreciar
en persona la pasión por la justicia de los que han presenciado el encuentro,
así como la obra que sus compatriotas llevan adelante para el progreso
de su pueblo. Y no está dicho que en un futuro, quizá próximo,
pueda suceder. Habiendo comentado el cambio general en el escenario político,
queda por decir que la relación con el poder político de quienes
participaron en Río, es libre, sin hostilidades preconcebidas. «Nuestras
obras, en cuanto que están dirigidas a crear una humanidad más
libre y justa, son útiles para cualquier poder que tenga en su corazón
la vida de sus ciudadanos». Lo que los de Río temen es el integrismo
político, un poder que quizá ha secundado la misma Iglesia cargada
de mesianismo, exaltando así la propia pobreza del método histórico
en el diálogo con el hombre. «Con un poder político verdaderamente
laico, realista, que lleva a cabo proyectos, los discute con las personas interesadas,
los somete a verificación, no tenemos nada que temer», puntualiza
al respecto Giorgio Vittadini.
Una perspectiva fascinante
Ha habido algo de desordenado, impetuoso en el encuentro de Río; algo
que aquí ha encontrado palabra y expresión, como en las obras que
han permanecido silenciosas; algo que ha desbordado las previsiones de los organizadores
y que la respuesta imaginada, lejos de la moderación, se propone servir. «La
perspectiva más fascinante que se ha abierto en Río es la de servir
a las obras, ponernos en disposición de una positividad que tiene en la
fe no una premisa remota sino su pasión humana». En Río había
más de lo que incluso los mejor informados pudieran haber previsto. Por
eso la estructura de continuidad que se ha querido trazar al final de los trabajos
se dirigirá directamente a cuidar lo existente: una estructura “ligera” de
ayuda con referencias locales, nacionales e internacionales; una cita anual,
que el próximo año se celebrará en Buenos Aires; unas jornadas
expresamente dedicadas a América Latina en el ámbito del Meeting
de Rímini. También en esta sobria conclusión se detecta
el eco de palabras pronunciadas hace cuarenta años: «No os acostumbréis
a lo que hayáis creado a lo largo de vuestro camino. Tened continuamente
abierta la herida».