La Stampa, 25 de agosto de 2001

Un paso adelante...

Giancarlo Cesana

Los estudiantes que se encontraban en el Meeting recibieron con fragoroso entusiasmo la intervención de la ministra de Educación, que manifestó claramente su intención de interrumpir el monopolio estatal de la escuela pública. No podía ser de otra forma. La ministra ha tenido el valor de documentar que el final del monopolio estatal de la educación, lejos de ser un prejuicio conservador y católico, es una decisión que todos los países desarrollados han asumido. Los griegos y los italianos somos los únicos que no tenemos la posibilidad de elección con respecto a la educación de los hijos.

En el Meeting se hizo referencia a otro aspecto sobre el que quisiera detenerme. La posibilidad de llevar libremente adelante escuelas es como la construcción de los cimientos de una casa. Pero nadie construiría una casa para vivir en el sótano. Todos querrían vivir en la planta noble, en el corazón de la casa. El corazón de la escuela es la educación. Debemos preguntarnos ahora qué es la educación y qué es lo que permite que tenga lugar. La pregunta es menos evidente de lo que parece: la educación moderna se identifica normalmente con una técnica más o menos influenciada por la psicología.

Educar viene de e-ducere, y significa “conducir fuera”, hacer emerger la personalidad del alumno. No se puede hacer emerger una personalidad sin dirigirse a su libertad. La libertad se manifiesta y crece cuando encuentra en la realidad una correspondencia adecuada que le empuja a comprometerse; cuando encuentra una verdad que seguir, al menos como hipótesis. Sin una propuesta de este tipo es bastante difícil que surja en el joven una energía afectiva que le haga capaz de afrontar la realidad. Malraux decía: «No existe ningún ideal por el que sacrificarnos, porque conocemos las mentiras de todos nosotros, nosotros que no sabemos qué es la verdad».

Sé que muchas personas se espantan al oír la palabra “verdad”, como si los jóvenes no fuesen capaces de comprobar autónomamente la adecuación de una propuesta. Quien desconfía de la verdad, desconfía del hombre. De ahí provienen el adoctrinamiento y la propaganda. En cambio, si se comunica la verdad, se comunica algo que se sigue y a partir de lo cual uno puede ser juzgado. Don Giussani decía a sus alumnos: «No estoy aquí para que hagáis vuestras las ideas que os doy, sino para enseñaros un método certero para juzgar lo que os digo».

La ministra no se ha adentrado en la cuestión aquí expuesta, porque no es competencia suya. No existe una verdad ministerial o de Estado. Es responsabilidad de los distintos sujetos sociales transmitir su tradición viva. Porque si la tradición no está viva no interesa a nadie. La libertad de educación está aún en sus inicios, pero la ministra ha demostrado saber también esto.

Rímini, 25 de agosto de 2001