MÉXICO

Los pilares de nuestra tierra

El Centro Cultural La Aventura Humana reune en Oaxaca algunos componentes de la comisión que colaboró en la investigación para la causa de los mártires que el Santo Padre ha beatificado recientemente

FLOR DE MARÍA RUIZ

En medio de un ambiente de alegría y controversia, el Centro Cultural La Aventura Humana convocó un encuentro para hablar de los mártires de Oaxaca, Jacinto de los Ángeles y Juan Bautista, que Su Santidad Juan Pablo II beatificó el 1 de agosto, en su quinta visita a México. Luis Castañeda Guzmán, abogado integrante de la Comisión histórica, decidió titular el encuentro: “Santos y Héroes, los Pilares de Nuestra Patria”.

Cuando el Papa pisó suelo mexicano por vez primera en 1979, conmovido por los millones de fieles que se agrupaban a su alrededor, preguntó: «¿Cuántos santos han sido canonizados en México?». Su interlocutor respondió: «Su Santidad, hay sólo uno, San Felipe de Jesús». Juan Pablo II sabía por anticipado que la multitud que lo esperaba tenía toda una historia detrás.

Tradición oral y documentos
En esta quinta visita, Juan Pablo II regresó a México para canonizar a Juan Diego, - ya el vigésimo noveno santo mexicano - y para beatificar a Jacinto de los Ángeles y Juan Bautista, oaxaqueños, de San Francisco Cajonos, martirizados en 1700, y cuya fiesta se celebrará cada 1 de septiembre.

La tradición oral, documentos, y hasta alguna revista popular han narrado la existencia y martirio de Jacinto de los Ángeles y Juan Bautista. Hace veite años, mons. Bartolomé Carrasco Brisegno, y posteriormente mons. Héctor González Martínez, actual arzobispo de Oaxaca, formalizaron la investigación que concluyó el 7 de julio de 2001 con el Decreto de beatificación. La documentación estuvo bajo el cuidado del doctor en Teología, Humberto Medina Villegas, auxiliado por el sacerdote Francisco Rosette, una comisión histórica compuesta de tres prestigiosos profesionales de Oaxaca y un comité de la comunidad zapoteca de San Francisco Cajonos, Villa Alta. Cada uno de ellos - al igual que Jacinto de los Ángeles y Juan Bautista - siguen dando testimonio de fe ante los millones de fieles católicos mexicanos, y los medios de comunicación y los intelectuales que polemizan sobre el tema.

Dos fiscales
Jacinto de los Ángeles y Juan Bautista nacieron alrededor de 1660, en San Francisco Cajonos, Villa Alta, en la sierra Zapoteca del estado sureño de Oaxaca, a cuatro horas de la Ciudad. Los registros de entonces señalan fechas de matrimonio y actas de bautismo de sus hijos. Juan Bautista estuvo casado con Josefa de la Cruz, y fue padre de una niña llamada Rosa. Jacinto de los Ángeles era descendiente de la nobleza zapoteca y se casó con Petrona. Fue padre de Nicolasa y Juan.

En 1700 ambos hombres servían como fiscales de la Vicaría Dominica local. Acorde con el Tercer Concilio Provincial Mexicano celebrado en 1585, que estableció una escala de cargos públicos, el cargo de fiscal lo desempeñaban laicos de conducta ejemplar que asistían a los sacerdotes para custodiar las costumbres del pueblo. Un fiscal había ayudado previamente en otras tareas, actuando como acólito, sacristán menor y sacristán mayor, además de haber participado en cargos cívicos. Juan Bautista, fue también topil de ayuntamiento, juez de tequio, mayor de vara (cargos públicos para el desempeño de distintos servicios a la comunidad), regidor primero, segundo, y tercero, síndico, presidente municipal y alcalde. Muchos de estos cargos siguen vigentes y la comunidad de Cajonos se rige aún por el sistema de “usos y costumbres”.

Ante un acto de idolatría
El 14 de septiembre de 1700 los fiscales Jacinto de los Ángeles y Juan Bautista advirtieron a los frailes dominicos Alonso Vargas y Gaspar de los Reyes acerca de un acto de idolatría que iba a celebrarse en casa de un hombre llamado José Flores. Esa misma noche, los fiscales guiaron a seis capitanes a la casa de Flores, donde suspendieron el acto.

Al día siguiente, la Vicaría informó a las autoridades de lo sucedido. Al anochecer, un gran número de hombres atacaron con lanzas, hachas, piedras y machetes el convento dominico, demandando la entrega de los fiscales. Ante la negativa de los frailes, el tumulto incendió la casa de Juan Bautista, visible desde el Convento, y amenazó con incendiar el Convento y todo el pueblo. Los fiscales se decidieron. «Vamos a morir por la ley de Dios; como yo tenga a su Divina Majestad, no temo nada ni he menester armas», dijo Juan Bautista. Jacinto de los Ángeles pidió la confesión y la comunión. Una vez absueltos por el padre vicario, los fiscales se entregaron a sus verdugos.

El martirio
Los dos hombres fueron azotados encarnecidamente hasta que perdieron el sentido. Después fueron conducidos hacia Oaxaca. En San Pedro, el pueblo más próximo, sus verdugos ofrecieron perdonarles la vida si renegaban de su fe. «Una vez bautizados, seguiremos siempre la verdadera religión» respondieron.

El 16 de septiembre, Jacinto de los Ángeles y Juan Bautista fueron llevados al Cerro de las Hojas - conocido desde entonces como Monte Fiscal-Santos - donde una vez más fueron torturados y finalmente despeñados. Sus restos fueron recuperados por el Arzobispo de Oaxaca, Monseñor Eulogio Gillow en 1889, quien los trasladó a la Catedral Metropolitana de Oaxaca.

Relatos en zapoteco
Gilberto Hernández Zúñiga, Pablo Palacios Velasco, y Desiderio Robles Sánchez, son campesinos, casados, y con familias numerosas. Todos nacieron en esa comunidad y hablan zapoteco. Conocieron la historia de martirio a través de los relatos de sus abuelos y bisabuelos. Los tres han sido también acólitos y fiscales, y continúan trabajando sus tierras a sus casi ochenta años.

Desiderio Robles, que había escuchado la historia del martirio de labios de su abuela, era Presidente Municipal de la comunidad, cuando habló de ello al Arzobispo. Al acordar el seguimiento de la investigación con el Arzobispo, Desiderio convocó a su pueblo a una asamblea que lo eligió, junto con Pablo y Gilberto, como representantes de la comunidad para el proceso. Los amigos recuerdan con alegría los preparativos para sus viajes a la Ciudad de Oaxaca, cuando con morral y tortillas emprendían el camino las veces que fueran necesarias para llevar los documentos de la investigación, que duró mas de 20 años. La certeza y sencillez de estos hombres fue fundamental para recuperar esta parte de la historia de nuestro pueblo.

La Comisión Histórica
Colaboraron también en la investigación Luis Castañeda Melgoza, abogado, escritor, y cronista de la ciudad, Asunción Zafra, contador público y filósofa, y Juan Ignacio Bustamante, médico militar, apasionado por la historia, quien falleció a principios de este año.

El amor por la historia de su pueblo y su fe fue la razón que sostuvo a estos investigadores. Ante las preguntas de los medios de comunicación, la Doctora Zafra respondió expresamente que aceptó la invitación para presidir la Comisión Histórica porque es católica. Su experiencia de fe la hizo pionera en asociaciones protectoras de indígenas mucho antes del “brote” de organizaciones pro indigenistas, creadas recientemente con fines políticos. Participó en la investigación mientras trabajaba en un Banco de la Ciudad de México especializado en crédito agrícola. Viajes de más de diez horas entre la Ciudad de México y Oaxaca, y estancias de sol a sol en bibliotecas y archivos históricos fueron parte de su contribución.

Nunca se acaba de escribir la historia
El médico militar Juan Ignacio Bustamante dedicó toda su vida a la historia. Con fondos propios inició la Fundación Cultural Bustamante Vasconcelos, en una bellísima casa colonial en pleno centro de la Ciudad de Oaxaca. Aparte de poner a disposición de los oaxaqueños una gran colección de libros y archivos antiguos sobre historia local, la Fundación hospeda frecuentemente las actividades del Centro Cultural La Aventura Humana. Él fue quien localizó el proceso judicial de los mártires, el cual despejó las dudas sobre su existencia.

Además de formar parte de esta investigación, Luis Castañeda fue rector de la Universidad Autonoma “Benito Juarez” de Oaxaca; trabajó como profesor universitario, y asesor de tesis para renombrados centros de investigación. Ha publicado libros como El Paso de Hernán Cortés por Oaxaca y otras investigaciones propias. Dio un testimonio fascinante ante los presentes en el encuentro. De voz baja y a veces casi imperceptible, pero firme, a sus más de setenta años piensa que la historia nunca acaba de escribirse. Castañeda tiene un profundo conocimiento de leyes e historia, por eso está cierto de que son los santos y los héroes quienes dan forma a la patria. Sin embargo, para él es evidente que los santos no son proclamados ni impuestos arbitrariamente; su existencia está sujeta a una minuciosa investigación, como a la que él ya ha dedicado tantos años.

Luis Castañeda invitó a todos los asistentes al encuentro a comprometerse con su historia. Nombró una lista de religiosas y laicos que a su paso por Oaxaca han sembrado la fe y construido la cultura de este lugar, muchas veces rebajado a atractivos turísticos disfrazados de centros de “cultura”, que obligan a pagar el alto precio de olvidar sus raíces.